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Coordinadora Gesto por la Paz de Euskal Herria

Premio Príncipe de Asturias de la Concordia 1993

Intervención de Dña. María Guijarro, representante de la Coordinadora Gesto por la Paz

Señora,
Alteza,
Señoras y Señores,

Previamente queremos indicar que, por primera vez, nuestro Gesto por la Paz no va a ser silencioso: nuestra palabra aquí se une hoy a los Gestos que están realizando en estos momentos miles de ciudadanos y ciudadanas de Euskal Herria por la muerte de Joseba Goicoechea.

El verano de 1993 será recordado como el momento en que se produjo un incremento significativo de la respuesta de los ciudadanos y ciudadanas de Euskal Herria contra la violencia, y en concreto, contra el secuestro de Julio Iglesias Zamora. Este deseo de mostrar el rechazo a tan clara vulneración de los Derechos Humanos ha conseguido movilizar a importantes sectores de la población que hasta ahora no habían tomado parte activa en la labor para la consecución de la paz, lo cual ha supuesto un importante paso adelante en esta tarea.

Mención especial merece la reacción espontánea del colectivo de trabajadores de Ikusi, que ha supuesto un auténtico ejemplo a imitar para todos aquellos que deseamos vivir en una Euskal Herria en paz y libertad.

Dentro de este contexto de movilizaciones por la libertad de Julio Iglesias Zamora, la campaña del lazo azul supuso un punto y aparte en el compromiso ciudadano en contra de la violencia. Este pequeño trozo de tela fue todo un ejercicio de libertad individual, una forma de expresión pública que rompió miedos y rompió indiferencias, y cuyo sentido ha calado profundamente en la sociedad.

Pero tampoco creemos exagerar si decimos que el verano de 1993 quedará en la historia de este país como el momento en que el esfuerzo de la sociedad vasca por construir una convivencia en paz ha sido definitivamente reconocido en el conjunto del Estado. Sin embargo este reconocimiento, tan positivo como importante, no debe construirse sobre una percepción equivocada. El "descubrimiento" de una sociedad vasca movilizada contra la violencia no tiene que confundirse con la inexistencia, antes de ahora, de una sociedad comprometida activamente en la construcción de una convivencia en paz y libertad.

La sociedad vasca lleva años movilizándose de forma pública y masiva contra el terrorismo y por la construcción de una sociedad pacífica y reconciliada. Recordemos la gran manifestación del 28 de octubre de 1978 que bajo el lema "Euskadi libre y en paz" fue convocada y apoyada por distintas fuerzas políticas y sindicales. O la gran manifestación el 5 de febrero de 1981, en protesta por el asesinato del ingeniero José María Ryan que había estado secuestrado. O la manifestación promovida por los universitarios de Deusto tras el asesinato de Enrique Casas. O el homenaje a Yoyes en Ordizia, en octubre de 1986 y la impactante campaña "Contra el silencio" que, a raíz de su asesinato, fue impulsada por distintas organizaciones ciudadanas.

Han sido muchos, y muy variados, los momentos en los que la sociedad vasca ha manifestado su rechazo a la violencia. Como lo ha hecho, por otra parte, cada vez que libre y soberanamente ha participado en las sucesivas convocatorias electorales apoyando mayoritariamente fuerzas políticas que han renunciado a la violencia para sacar adelante sus proyectos. Nada más lejano, pues, de la imagen de una sociedad apática, pasiva y atemorizada.

No cabe duda, sin embargo, de que algo ha cambiado desde 1986 hasta hoy.

Con la creación de la Coordinadora Gesto por la Paz de Euskal Herria, a partir de ese año, la sociedad vasca ha contado con un instrumento para expresar, extensa y permanentemente, su rechazo a la violencia.

Al hablar de la historia de la Coordinadora, es forzoso referirnos a aquellas acciones espontáneas e inconexas, que comenzaron de forma natural. Alguna de ellas surgía como reacción puntual a un asesinato con una especial virulencia o repercusión social. Fue a través de este tipo de iniciativas como se sembró la semilla de la protesta cívica y pacífica contra el fenómeno violento. Semilla que ha dado su fruto en los actuales 147 grupos que forman la Coordinadora Gesto por la Paz de Euskal Herria, desarrollando su trabajo por la paz en distintos barrios, pueblos, centros universitarios y escolares del País Vasco y Navarra.

A lo largo de estos años, se han ido realizando una serie de actos que han adquirido gran relevancia. Pero sin duda, aquel que ha marcado la historia de esta Coordinadora, e incluso le da su nombre, ha sido el "gesto por la paz". Son concentraciones silenciosas que se realizan el día siguiente de producirse una muerte que tiene su causa en el ejercicio de la violencia política en Euskal Herria. Esta acción se sustenta en la convicción profunda de que el derecho a la vida está por encima de cualquier idea o proyecto político. Son gestos que denuncian fundamentalmente la pérdida de la vida humana, por eso se realizan independientemente de las circunstancias del hecho o de la condición de la víctima.

Desde sus inicios, la Coordinadora Gesto por la Paz de Euskal Herria ha hecho suya, convirtiéndola en auténtico pilar de su mensaje y de su práctica, una conocida frase de Gandhi: "No hay caminos para la paz, la paz es el camino". En efecto, los hombres y mujeres que, de una u otra forma, han hecho suyo el mensaje y la práctica de Gesto por la Paz, somos personas con muy distintas ideologías y opciones políticas, pero con una convicción común: que nuestras ideas y nuestros proyectos sólo tendrán sentido si las desarrollamos y defendemos por medios pacíficos. Estos son los únicos que nos permitirán construir un futuro en paz para todos y para siempre.

La Paz que reivindicamos es una paz para todos, porque no rechaza ninguna idea o proyecto defendido por medios pacíficos y democráticos. Hemos renunciado a la violencia y hemos optado por la palabra, la razón y el diálogo.

Esto es muy importante. En Euskal Herria no hay ideas perversas, sino medios perversos. A nadie se le debe pedir que renuncia a sus ideas; tan sólo, que las saque adelante recurriendo a los únicos medios realmente humanos, que son los medios de la discusión libre y del convencimiento. No pongamos, pues, más limitaciones a las ideas que aquellas que se derivan de la adhesión social que logran. Todas las ideas políticas son defendibles por medios pacíficos y democráticos. Esta afirmación significa, en primer lugar, que no existe legitimidad alguna para el recurso a la violencia. Pero también se debe hacer posible que cualquier idea pueda ser planteada y desarrollada dentro del contexto democrático.

De este modo, la paz que deseamos será una paz para todos, porque será construida por todos. Toda la sociedad tiene un papel importante y activo en la construcción de un futuro en paz y en la superación de la profunda quiebra social que ha supuesto la violencia.

Pero la paz que reivindicamos es, también, una paz para siempre. No nos sirven soluciones a medias o soluciones a corto plazo. Debemos cerrar esta página de nuestra historia, evitando tentaciones de vuelta atrás. Una paz y una convivencia para siempre deben basarse en los derechos humanos, los principios democráticos y la tolerancia de opciones plurales.

Una paz para siempre, sustentada en estos pilares, implica una opción seria por la reconciliación. A veces tendemos a pensar que ésta se concretará en un acto, un momento, una foto o un acuerdo. Pero la reconciliación no puede ser ni va a ser fruto de un momento, sino de un proceso en el que será necesaria la participación de toda la sociedad para cerrar las heridas generadas por tantos años de violencia.

La paz para siempre que anhelamos sólo puede ser fruto de la recuperación para la sociedad de todos aquellos que toleran, se sirven o utilizan la violencia. Se trataría de reconducir este colectivo hacia una sociedad abierta, plural y sólo entonces reconciliada.

Muchas veces afirmamos que nuestro deseo es que se produzca una solución al problema de la violencia sin vencedores ni vencidos. Pero no nos podemos engañar. En esta lamentable historia de la violencia ya hay vencidos y son todas las víctimas directas del terrorismo. A ellas no hay forma de hacer justicia. Vaya desde aquí nuestro mensaje de solidaridad y apoyo y que sepan que somos muchos los ciudadanos y ciudadanas que lamentamos profundamente el irreparable daño producido.

Nuestra meta final es alcanzar una sociedad reconciliada consigo misma, donde prevalezcan valores como el que da nombre al premio recibido, la Concordia, donde cada uno pueda vivir y expresarse libremente, donde se de una pluralidad y una tolerancia de ideas y proyectos, defendidos de forma pacífica.

Este Premio Príncipe de Asturias a la Concordia es un reconocimiento a toda la sociedad de Euskal Herria que quiere la paz y, además, trabaja por construirla. En el acta que recoge la concesión de este Premio a la Coordinadora Gesto por la Paz se destacan las formas a través de las cuales hemos desarrollado toda nuestra actividad, "formas genuinamente cívicas, que hacen trascender su ejemplo más allá del fenómeno al que responde".

Este premio va especialmente dirigido a todos aquellos ciudadanos y ciudadanas que un día decidieron manifestar públicamente su rechazo a la situación de violencia que vivimos, realizando este acto en su pueblo, en su barrio, en su lugar de trabajo, delante de sus conciudadanos, y que continúan manteniendo esa actitud de manera firme y permanente.

Con este premio a la Concordia se ha dado un paso importante en el proceso de superación del desencuentro que la violencia ha podido generar entre Euskal Herria y el resto del Estado español.

En este sentido, desde el País Vasco y Navarra hemos recibido con agradecimiento y como un pequeño impulso y aliento, los diferentes actos y signos que se han realizado durante este verano en otros lugares del Estado para, además de mostrar su rechazo a la violencia, solidarizarse con el trabajo por la paz desarrollado por el pueblo vasco.

Tenemos que seguir ofreciendo un cauce eficaz para el desarrollo de la conciencia colectiva en favor de la paz. Basta ya de atropellar los más elementales derechos de cualquier ciudadano o ciudadana, basta ya de imponer la propia opinión a los demás.

Nuestro punto de vista quiere ser, ante todo, el de las víctimas. El de los hombres y mujeres que ya no podrán pedir que se les deje vivir. Suyo es el grito silencioso de quienes, durante al menos quince minutos, en barrios, pueblos y centros docentes, denunciamos la pérdida injusta e inútil de vidas humanas.

Nuestra tarea sigue siendo hoy la de hacer posible que esta sociedad consolide los valores que asienten una Cultura de la Paz. El valor de la vida humana, como primer derecho fundamental; el valor de la diferencia del otro, expresado en el reconocimiento positivo del pluralismo de ideas y opciones y como algo que contribuya a hacer cultura y pueblo; el valor de la reconciliación, como aquello que nos permita crecer humanamente. En definitiva, queremos contribuir con humildad a la regeneración ética de la convivencia humana.

Desde Gesto por la Paz, hemos apostado muy fuerte por un futuro en Paz para Euskal Herria. Está a nuestro alcance, pero sigue siendo necesario el impulso de todos y todas para desterrar la violencia de nuestro sistema de valores y recomponer la convivencia. El último atentado perpretado en Bilbao nos ha vuelto a recordar lo sencillo que puede ser matar y la necesidad de la movilización constante en defensa de la convivencia.

Ea gure ondorengoek esan ahal izango duten gaur egungo hiritarrok bakearen bideari jarraltzea erabaki genuela, bakea denontzat eta betiko.

Ojalá que quienes nos sigan en el futuro puedan decir que los ciudadanos y ciudadanas de nuestro tiempo decidimos seguir el camino de la paz, para todos y para siempre.

Muchas gracias a todos. Eskerrik asko danori.

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