Premio al Pueblo Ejemplar de Asturias 1990-2014 - page 215

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No quiero dejar de recordar a otro gran hombre, Severo Ochoa,
tristemente desaparecido, pero cuyo espíritu no nos ha abandonado
y que, como sabéis, nació no muy lejos de aquí. Miro a los niños
y jóvenes de Puerto de Vega y os pido que tengáis presente que
él hizo de la maravillosa riqueza natural de estas playas y de estos
acantilados el fundamento de su vocación investigadora; así llegaría,
tras muchos sacrificios, a conseguir el Premio Nobel de Medicina. Don
Severo, como escribió en un memorable artículo, nunca se olvidó del
«indescriptible pero delicioso olor de las playas rocosas, de las algas
marinas frescas y de la flora y fauna de los pozos de bajamar».
En Puerto de Vega veo representados a otras muchas villas y pueblos
costeros asturianos, cuyos habitantes han sabido hacer del ejercicio de
la pesca no solo un medio de vida sino también una admirable escuela
de comportamiento. La buena vecindad, el sacrificio, la generosidad
y, sobre todo, la entrega a un inclemente trabajo, han servido para
configurar el recio carácter de los hombres y mujeres de este lugar.
Don Armando Palacio Valdés, en la novela que protagonizaba un
pueblo de la costa asturiana muy parecido al vuestro, dijo de sus
habitantes estas bellas palabras: «Poco a poco, su dura existencia
va labrando su espíritu, despegándoles de los intereses materiales,
haciéndoles generosos, serenos y con la familia, tiernos». Ese valor
y coraje que atesoráis ha dejado huellas en vuestra historia, algunas
tan marcadas como la experiencia luchadora y apasionada de los
pescadores de ballenas que aquí ha habido en otros tiempos y cuya
colosal destreza hoy estudiáis con meritoria dedicación.
Aquí vino a exhalar su último suspiro el primer sabio de Asturias,
Gaspar Melchor de Jovellanos, cuyo recuerdo impregna todavía tantos
matices de vuestra vida cotidiana: el amor a la tierra natal,
la solidaridad, la íntima y firme preocupación por los pequeños detalles
que configuran el devenir de la sociedad. Es conmovedor pensar que
desde una de vuestras casonas los ojos de Jovellanos, claros de tanto
mirar al mar, cansados y humedecidos al contemplar la tragedia de una
España en llamas, vieron el último paisaje, un bellísimo fragmento de
esta Asturias que tanto amaba.
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