Premio al Pueblo Ejemplar de Asturias 1990-2014 - page 7

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Recuerdo bien cómo, en el ya lejano otoño de 1990, atravesábamos un
paisaje magnífico, de altas montañas, precipicios, bosques frondosos y
cientos de tonalidades: verdes, rojizos, pardos, grises… Nos dirigíamos
por una carretera que parecía no tener fin a San Esteban de Cuñaba, una
pequeña aldea del Oriente asturiano que nos esperaba al final del camino,
acogedora, sencilla, alegre. Aquel año San Esteban estaba despertando
de un largo sueño. De un sueño de siglos. Se desperezaba al ritmo
marcado por la niebla y el
orbayu
, por las aguas de su río, por el tranquilo
transcurrir de la vida de sus paisanos. Y en aquella ocasión nos recibía
con orgullo, dispuesta a mostrarnos su coraje y sus enormes deseos de
avanzar y progresar hacia una vida más digna y mejor.
Fue para mí una experiencia nueva y distinta. Sobre todo, porque sentí
con intensidad el cariño de aquellas personas, que deseaban hablar
conmigo de sus dificultades y problemas, que querían que supiera cuántos
sacrificios, cuántas penurias, cuántas pérdidas había en su camino. Pero
también, y sobre todo, que esperaban que yo participara con ellos,
aunque fuera solo por unas horas, de todas sus ilusiones y sueños y de la
satisfacción que sentían por aquel premio tan merecido.
Desde entonces, he visitado en otras veinticuatro ocasiones distintos
rincones del Principado para entregar el Premio al Pueblo Ejemplar, los
últimos años acompañado por la Reina Letizia, que, nacida en Asturias,
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