Premios Príncipe de Asturias 1981–2014. Discursos - page 244

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de
octubre
de
1997
¿Por qué se asocia casi siempre la imagen de la belleza o la perfección con el arte, la fantasía y
el poder creador de nuestros grandes poetas, escritores y músicos o con los miles de anónimos
artesanos y casi nunca con la política, el comercio o las relaciones humanas? ¿Cómo podemos
adorar al venerado y genial creador de vida, amor y sabiduría, a «nuestro Jesús», a los santos, profetas
y encarnaciones de Dios, rendir homenaje a filósofos y nobles estadistas, e incluso a violonchelistas
o violinistas de buena voluntad, y a la vez contemplar una humanidad sangrante, a la que se niega
todo alivio, una vida digna para nuestros hijos, con la amenaza de terribles castigos de manos de la
naturaleza? Parece que reconocemos el bien; sin embargo, consentimos el mal.
¿Por qué se nos honra cuando hemos conseguido tan poco? ¿Por qué nos cubren de honores
cuando la humanidad, cada uno de nosotros, ha aprendido tan poco de nuestros santos, poetas,
artistas o músicos? Quiero creer que se honra una función, quizá la menos condenable de todas,
porque no nos corresponde a los músicos encontrar nuestro castigo sino más bien inspiración y
perdón. Premiarnos expresa una necesidad que llena el profundo deseo de los seres humanos de
agradecer, al tiempo que confiesan su culpa.
Ni Slava ni yo somos sacerdotes ni santos, sino que quizá somos algomás conscientes de nuestra
misión humana que otros y hemos tenido oportunidades de aplicar esta misión a condiciones y
situaciones en las que la gente puede escuchar una voz, reconocer un símbolo por el que soñar,
suspirar o penar, pero que no es capaz de lograr. Quizá Slava y yo seamos eslabones hacia el hombre
nuevo, capaz de dedicar el debido tiempo, pensamiento e imaginación creativa para formar a los
artistas que hay en nuestros hijos, en cada niño, de modo que se reconozcan nuestras relaciones
como estructuras vivientes de arte. Quizá seamos lazos con el nuevo día en el que concedamos la
misma importancia a la vida creativa orgánica de nuestros hijos o a nuestras relaciones responsables
con otras culturas que la que dedicamos en este momento a los fenomenales avances inorgánicos
en tecnología, comunicaciones, exploración espacial o armamentos.
Estamos pasando de una libertad capaz de conquistar y dominar a una comprensión de las
crecientes responsabilidades que asumimos en la libertad de expresión, ya que toda libertad se
ve circunscrita por la obligación y solo se destila como pura libertad cuando nos dominamos a
nosotros mismos en el arte o en la maestría y cuando concedemos a los demás la libertad de ser ellos
mismos, de dar y ayudar.
Tenemos que ser determinados y valerosos en la defensa de los derechos de los desamparados y
también a la hora de pedir cuentas, en cada caso, a los responsables; de acuerdo con la ley humana
que debe ser aplicada por tribunales independientes. Si somos capaces de prender o fomentar esa
chispa creativa que existe en todos y cada uno, si podemos dar voz a las voces silenciosas de los niños
desgraciados de las culturas oprimidas, como intentó hacerlo nuestra amada Europa, si conseguimos
cultivar e imponer un sentido de la responsabilidad en aquellos que influyen, mandan y deciden,
creo que puedo concluir afirmando que el ánimo que se me da con este gran honor probablemente
justifica la confianza que fue otorgada a los dos instrumentistas músicos de la concordia.
Yehudi Menuhin
Premio Príncipe de
Asturias de la Concordia
1997
Fragmento del discurso ofrecido
con motivo de la entrega del Premio
Príncipe de Asturias de la Concordia
el 24/10/1997.
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