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Hans Dietrich Genscher

Premio Príncipe de Asturias de Cooperación Internacional 1990

Los premios que hoy se otorgan son expresión de la España libre, consciente de la historia, de la España europea y abierta al mundo. Hablo en nombre de todos los galardonados cuando digo que es una gran alegría para nosotros, que nos llena de orgullo y que estamos muy agradecidos. Me ha emocionado profundamente la decisión de conceder el Premio Concordia a los judíos sefardíes, que tuvieron que abandonar hace más de quinientos años este país y que han conservado hasta el día de hoy su lengua española.

La concesión del Premio Concordia es una decisión europea. Porque queremos una Europa de la tolerancia, una Europa en la que todo el mundo pueda desenvolverse en libertad, en la que las minorías estén protegidas, una Europa fraterna.

Alteza, señoras y señores:
La libertad es la energía más poderosa de la historia.

Sólo la libertad puede restañar las heridas causadas a nuestro continente.

España se ha adelantado a Europa en esta senda.

Los alemanes podemos aprender mucho de España y de su esfuerzo por la reconciliación interna.

El año pasado fueron galardonados aquí Mijail Gorbachov y Jacques Delors con el mismo premio que me complazco en recoger hoy como ministro de Relaciones Exteriores de la Alemania unida.

¡Cuán hondas transformaciones ha experimentado Europa desde entonces! Los pueblos de nuestro continente se reencuentran consigo mismos -y por ende se compenetran con los demás-.

La nueva Europa unida a la que aspiramos será la culminación de la historia europea. La autoliberación de los pueblos europeos se consuma necesariamente en su autognosis.

Y ésta invariablemente nos conduce al ideal de libertad en cuanto tal. Y es que este ideal representa el espíritu europeo por antonomasia.

En toda Europa las mentes más preclaras pensaron y formularon esa idea como meollo de la identidad de sus pueblos. El año pasado esta idea acreditó su enorme energía pacífica y unificadora en los históricos cambios que tan trascendentalmente han alterado los parámetros políticos en el Este de nuestro continente y con ello en toda Europa. Los términos Este y Oeste no reflejan ya una antinomia ideológica: recuperan su significado geográfico originario.

Buena vecindad, cohesión y cooperación: he aquí las referencias de la nueva Europa.

A través de ellas y sobre la base de la libertad se alcanzará la meta de la unidad de Europa. El espíritu de la Comunidad Europea se inspiró desde el principio en estas tres pautas. Nuestra comunidad es un modelo para la futura Europa global.

Creó una nueva cultura de la convivencia entre dos naciones. Por tanto, la Comunidad Europea es y seguirá siendo el núcleo de la unificación panaeuropea.
Cuanto más decididamente avancemos en la senda hacia la integración de la Comunidad, más firmemente asentaremos los cimientos de la futura Europa global. Gracias al mercado único daremos un paso de gigante en esta línea.

Es menester impulsar con empeño los trabajos encaminados a la creación de la Unión Económica y Monetaria. Los alemanes no queremos una Europa dominada por el marco. Queremos aportar -en provecho de todos- nuestro potencial económico y nuestra moneda, cuya estabilidad se deriva del mismo, a la Comunidad y a una Unión Económica y Monetaria.

Alteza:

Los alemanes sentimos en estas jornadas la alegría de poder vivir unidos en libertad en la comunidad de los pueblos. Ello no hace sino reforzar aún más las profundas convicciones europeístas de los alemanes. La unidad de Alemania redundará en beneficio de Europa. Fortalece las bases del futuro común de todos los pueblos europeos. La pujanza, el progreso y el éxito de cada país europeo es una ventaja para todos, del mismo modo que los reveses y dificultades de un país también afectan a todos los demás.

Los destinos de los pueblos europeos están inseparablemente ligados. Los pueblos europeos sólo tienen ya un destino común. Esto implica a la vez que la Comunidad Europea asume una responsabilidad panaeuropea. Queremos fortalecer la Comunidad, no para que se encastille hacia afuera, sino para que pueda cumplir esa responsabilidad lo mejor posible. Ahora que se han derrumbado los muros políticos e ideológicos en Europa, debemos acabar asimismo con los muros sociales y económicos que siguen separando al Este del Oeste. Ello requiere una colaboración y solidaridad a nivel panaeuropeo.

España es un ejemplo imponente de lo mucho que puede alcanzarse gracias al espíritu de cooperación, de las energías que puede despertar en un pueblo el espíritu de participación. España ha recuperado el terreno perdido a pasos agigantados, a un ritmo muy superior al que en principio podía esperarse. El ejemplo español animará a los pueblos de Europa Central y Oriental en sus propios esfuerzos, esfuerzos que son necesarios por motivos de muy otra índole. Al ayudar a nuestros hermanos de Europa Central y Oriental no hacemos sacrificios por otros, sino que invertimos en nuestro propio futuro.

Las capitales transformaciones en Europa Central y Oriental han supuesto asimismo una alteración decisiva en la situación de nuestro continente en lo tocante a la seguridad. La Alemania unida ha realizado importantes aportes a este proceso. Hemos renunciado al uso de la fuerza en cualquiera de sus formas y a recurrir a la amenaza. Hemos renunciado a las armas nucleares, biológicas y químicas. No tenemos reivindicación territorial alguna contra otros estados, ni formularemos ninguna en el futuro. Nos hemos comprometido a reducir durante los próximos años los efectivos de las fuerzas armadas de la Alemania unida a 370.000 hombres.

De la nueva constelación Este-Oeste se deriva naturalmente la consecuencia de que las alianzas del Este y del Oeste tendrán que cambiar sus relaciones entre sí y cambiar ellas mismas. Sus estados miembros ya no se perciben como amenaza mutua, sino como interlocutores de cara al futuro. La función de las alianzas no consiste ya en proteger a un grupo de estados del otro, sino en cooperar en la construcción de un sistema de seguridad panaeuropeo.

La democratización de Europa Central y Oriental, la apertura de las fronteras, la reducción de los enormes potenciales armamentistas son procesos que se han acelerado vertiginosamente o incluso consumado en el exiguo plazo de un año. Todo ello ha sentado una base de confianza para el futuro orden de paz europeo. El foro idóneo al efecto lo constituye la Conferencia sobre la Seguridad y la Cooperación en Europa, en la cual las democracias norteamericanas tienen una participación irrenunciable.

En el marco de dicha conferencia vamos a crear las primeras instituciones comunes de la nueva Europa global: reuniones periódicas de los jefes de Estado y de Gobierno y a nivel de los ministros de Asuntos Exteriores, un centro de prevención de conflictos y una secretaría. Además, abogamos porque el proceso de integración panaeuropeo disponga, a través de una asamblea, de la correspondiente base parlamentaria. Porque la Europa global ha de ser una Europa democrática, regida por los principios del parlamentarismo.

Alteza, señoras y señores:

La Alemania unida se funda en la libertad y en los derechos humanos, en la democracia y la tolerancia. Su política es una política de responsabilidad, no de poder. No queremos una Europa alemana, sino una Alemania europea. Abrigamos el convencimiento de que la mejor manera de velar por nuestros intereses nacionales es defender los intereses europeos. Nuestra política proclama la igualdad de derechos de los Estados grandes y pequeños, se dirige a limitar el poder mediante una transferencia de soberanía a los órganos comunitarios, reconoce la interdependencia de los intereses económicos y se consagra a la solidaridad europea.
Ahora bien, tampoco Europa debe concentrarse exclusivamente en sí misma. Nuestro continente está estrechamente vinculado con todo el mundo. Y eso es algo que aquí en España se sabe mejor que en ninguna parte.

El año pasado el Premio Nobel de Literatura fue concedido a un escritor español; este año el galardonado ha sido un gran autor mexicano. Estoy seguro de que todos los pueblos de habla española se alegran con él. Una Europa que se cerrara hacia afuera no haría más que traicionarse a sí misma. Al igual que la unificación de Alemania se consuma en el marco de la integración de Europa, ésta tiene lugar dentro del mundo, que es uno solo. Ese mundo está amenazado, amenazado por la guerra, por la opresión, por el subdesarrollo, amenazado por la superpoblación y por la degradación, a escala mundial, de las bases naturales de la vida. Afrontar tales peligros y desafíos en todo el mundo es una de las históricas tareas que ha de asumir esa Europa que va aglutinándose progresivamente. El final de la confrontación Este-Oeste nos proporcionará los instrumentos necesarios, liberará las fuerzas que necesitamos para cumplir cabalmente esas tareas.

El tiempo apremia.

Nuestro compromiso y responsabilidad por un mundo de libertad debe colocarse desde un principio como primera piedra en los cimientos de la casa común que es Europa.

Parafraseando a Octavio Paz, diría que frente al silencio, frente a la algarabía invento la Palabra, libertad, que se inventa y me inventa, día a día.

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