Premios Príncipe de Asturias 1981–2014. Discursos - page 200

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eatro
C
ampoamor
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de
noviembre
de
1994
Nuestras culturas peregrinas se han universalizado, se mueven ahora en vastas corrientes del sur al
norte y del este al oeste: con ellas viajan los trabajadores y sus familias, sus oraciones, sus cocinas, sus
memorias, sus maneras de saludar y cantar y reír y soñar y desear, desafiando prejuicios, reclamando
la equidad junto con la identidad; mantener su propio perfil cultural para enriquecer las identidades
nacionales a las que se integran en un mundo móvil, determinado por la comunicación instantánea,
la velocidad tecnológica y el flujo de los mercados, tanto del capital como del trabajo.
¿Podemos negarle, en un universo de tan rápida mutación, el derecho de existir a herencias
seculares que pueden convertirse en contribuciones esenciales, acaso salvadoras, para un futuro
que aún desconocemos, que se nos escapa todos los días, tan complejo como imprevisible?
Vivimos hoy, como lo escribió el poeta romántico francés Alfred de Musset inclinado sobre el
fin de la era napoleónica, con un pie sobre las cenizas y otro sobre las semillas. No sabemos separar
el pasado del porvenir, ni debemos hacerlo: ambos nos acompañan en el presente.
Entre la ruina y el surco, nuestro brevísimo siglo xx—que se inició en 1914 en Sarajevo y murió en
1994, también en Sarajevo— fue un siglo de progreso inigualado junto a una desigualdad incompa-
rable. El mayor avance científico y el máximo retraso político. El viaje a la Luna y el viaje a Siberia.
La gloria de Einstein y el horror de Auschwitz. La persecución implacable contra razas enteras, la
guerra no contra los ejércitos sino contra los civiles, seis millones de judíos asesinados por el nazis-
mo, dos millones de vietnamitas muertos en guerras coloniales y cuarenta mil niños que mueren
todos los días en el Tercer Mundo, muertes innecesarias, que cada vez serán menos, y algún día
ninguna, gracias a hombres como Manuel Patarroyo.
Autodeterminación para algunos pueblos, pero no para otros, a veces vecinos de aquellos, y una
ironía digna de Orwell: todas las naciones son soberanas, pero algunas son más soberanas que otras.
Hacen falta organizaciones internacionales renovadas que reflejen una nueva composición
mundial: doscientos estados independientes en 1994, no cuarenta y cuatro como al fundarse la
onu en 1945; pugna de jurisdicciones trasnacionales, nacionales, regionales, tribales; oposición
entre la aldea global y la aldea local, entre la aldea tecnológica de Ted Turner y la aldea memoriosa
de Emiliano Zapata, entre el alegre robot que vive en el
penthouse
y los ídolos de la tribu que
sobreviven en el sótano; tránsito doloroso de una economía de volumen a una economía de valor,
con el sacrificio de millones de trabajadores víctimas de la siguiente paradoja: productividad
mayor con mayor desempleo; y una red mundial de información que informa muy poco porque
hemos perdido la relación orgánica entre experiencia, información y conocimiento: explosión de
la información, implosión del significado.
Todos estos conflictos son, al mismo tiempo, oportunidades porque, al fin y al cabo, pueden
ocasionar contacto, intercambio, diálogo: concordia, imaginación y humanidad para ese mundo
único que previó el Inca Garcilaso y que hoy nos obliga a reconocernos en una problemática común.
Carlos Fuentes
Premio Príncipe de
Asturias de las Letras
1994
Fragmento del discurso ofrecido
con motivo de la entrega del Premio
Príncipe de Asturias de las Letras el
24/11/1994.
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