Premios Príncipe de Asturias 1981–2014. Discursos - page 259

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Entiendo con esto que, en el acto de hoy, mejor que discurrir sobre la literatura y sus problemas
particulares, según podría hacerlo, será más oportuno que me aventure a exponer algunas
consideraciones, siquiera sumarias y desde luego muy tentativas, acerca del desconcierto en que
cultura y sociedad se encuentran sumidas al llegar a estos finales de siglo; situación esta que los
sociólogos suelen describir bien y que a todos nos afecta; situación cuyo origen nadie deja de
reconocer en la radical y cada vez más vertiginosa revolución tecnológica que ha venido a cambiar
de arriba abajo los sistemas y los modos de conducta humana, haciendo incierta, vacilante o vana
cualquier referencia a los valores tradicionales que no hace mucho tiempo eran todavía vigentes.
Fútil sería el denuesto o la lamentación ante situación tal, que algunos consideran intolerable,
pero que, guste o no, constituye nuestra realidad actual, a la que es imposible sustraerse. Superando,
pues, las actitudes negativas de quejumbrosa crítica, debemos reconocer que los fabulosos
progresos aportados por la ciencia a la sociedad, y asumidos por ella, si bien han convulsionado y
sumido en desconcierto el orden antes relativamente estable de la cultura, nos procuran sin duda
un equipo inapreciable de nuevos recursos cuya disponibilidad promete al género humano una
calidad de vida superior dentro de un mundo unificado, a condición siempre de que la humanidad
misma sea capaz de manejar de una manera sensata y positiva esos formidables instrumentos que
el progreso tecnológico pone en sus manos. Potencialidades tales se están usando actualmente —a
la vista está— tanto para beneficio del hombre y de la naturaleza como para su destrucción. Y en
el inmediato futuro, la dirección que se imponga a dicho uso dependerá del acierto en la gestión
organizatoria de quienes manejan las palancas del poder; pues resulta demasiado evidente el peligro
de que tan formidables recursos puedan caer bajo el dominio de mentes insanas o criminales; o
simplemente, de que sean manipulados por inteligencias cortas y manos torpes. Cualquiera de
nosotros que preste atención a los acontecimientos cotidianos en el panorama mundial, quien lea
un periódico o vea un programa noticioso de la televisión se dará cuenta de que ese estremecedor
peligro nos acecha a cada paso y muy de cerca.
No otro es el dilema ante el que hoy nos hallamos: o bien, un salto gigantesco hacia una
ordenación superior de la vida común sobre el planeta, o si no, su hundimiento catastrófico en el
caos... Se trata, insisto en ello, de una alternativa abierta, pues la marcha de la historia —lejos de
cualquier determinismo— está dirigida por la conjunción de diversos factores, el azar entre otros,
pero también en cierto grado por libres decisiones humanas. Pues la condición del
homo sapiens
,
en cuanto que la especie ha superado en alguna medida las forzosidades del instinto animal, deja
margen, en efecto, al cálculo y actuación racional en la búsqueda del bien. Y dentro del conjunto
social, ese elemento de racionalidad se encuentra a cargo de aquellas personalidades empeñadas
en hallar solución a los diversos problemas planteados hoy día por los desafíos del progreso
tecnológico, con el designio de lograr que en el orden de la convivencia humana prevalezcan las
tendencias constructivas.
Francisco Ayala
Premio Príncipe de
Asturias de las Letras
1998
Fragmento del discurso ofrecido
con motivo de la entrega del Premio
Príncipe de Asturias de las Letras el
23/10/1998.
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