Premios Príncipe de Asturias 1981–2014. Discursos - page 267

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y un gran español quien durante largos años nos representó con brillantez en el Comité Olímpico
Internacional; y quien siendo presidente del Comité Olímpico Español formó parte en muchas
ocasiones de nuestros jurados. Me refiero a Carlos Ferrer Salat, cuyo reciente fallecimiento nos ha
llenado a todos de tristeza.
Hasta aquí hemos ido desgranando cada premio, pero si fuera posible reducir a un denomina-
dor común personalidades tan definidas como las de los premiados de este año, diría que en todos
destaca la ambición de hacer cosas duraderas que estén al servicio de los demás.
Abren con esfuerzo, y en algún caso con violencia, no de la que hiere, sino de la que es precisa
para cimentar una sólida construcción, las puertas del mun-
do que necesitamos y ansiamos, comprometido con una tarea
grande: la de crear y mantener lazos indestructibles entre los
hombres y los pueblos, la de compartir para mejorar.
Permítanme que, llegado este punto, y antes de terminar,
dedique un breve recuerdo a los viajes que he realizado en los
últimos meses por España y los países hermanos de la otra ori-
lla del Atlántico, especialmente para agradecer las muestras de
generosidad y afecto con que soy recibido en los lugares que
visito. En todos ellos me he enriquecido con la visión directa y
cabal de las inquietudes, problemas y esperanzas de sus gentes y
he tenido la ocasión de seguir profundizando en la realidad del
tiempo que vivimos. Se ha escrito que viajar es ganar una batalla contra la rutina y que hacerlo con
los ojos abiertos es el mejor remedio contra la intolerancia, la incomprensión y la autocomplacen-
cia, que se encuentran entre los grandes males de cualquier tiempo.
En América he vuelto a comprobar, con alegría y orgullo, la existencia de una sensibilidad
popular y cultural de honda raíz española que debería ser para nuestra patria estímulo y comple-
mento. Estímulo en la medida en que hemos de asumir como propias sus dificultades, ayudando a
superarlas en el marco de la cooperación internacional; y complemento, pues en Hispanoamérica
ha germinado la semilla española en frutos diversos, abundantes y muchas veces innovadores.
De los viajes por España ya fueron pioneros los hombres del Siglo de las Luces y maestros los
escritores del 98, que supieron ver y amar, como antes nadie, la amplia tierra de nuestra patria.
Estos viajes revitalizan mi comprensión de España, pues consiguen ahondar el cariño que sien-
to por los hombres y mujeres de mi país y la identificación que me une a ellos. No hay mejor forma
de sentir el latido de nuestro pueblo que adentrarse en sus campos y ciudades, conocer a sus gentes
y compartir con ellas un tiempo de encuentro y solidaridad. Todo ello constituye una de las expe-
riencias más gratificantes de mi trabajo.
Al conocer la realidad de nuestras comunidades, junto a una nueva ilusión por el futuro, com-
probamos qué lejana está aquella visión de amor y de dolor de Azorín sobre España, según la cual
vivir en ella era volver a hacer lo mismo, pues nada nuevo comenzaba cada día.
Hoy, sin embargo, encontramos una realidad próspera y una sociedad dinámica. Esa realidad
nos muestra también el vigor y la profundidad con la que el pueblo español superó, con generosi-
dad, inteligencia y patriotismo, los conflictos de otros tiempos.
Un gran poeta español, Luis Cernuda, escribió que
lo que el espíritu del hombre
ganó para el espíritu del hombre a través de los siglos
es patrimonio nuestro y es herencia
de los hombres futuros.
Pues patrimonio y herencia esencial de los españoles es nuestra patria. España, obra plural en
el tiempo y en constante renovación, es hija de las glorias y los fracasos del pasado, consecuencia
directa de nuestra memoria y nuestra identidad y resultado de nuestros avatares y afanes, en la que
«En América he vuelto a comprobar, con
alegría y orgullo, la existencia de una
sensibilidad popular y cultural de honda
raíz española que debería ser para nuestra
patria estímulo y complemento.»
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