Premios Príncipe de Asturias 1981–2014. Discursos - page 324

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eatro
C
ampoamor
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de
octubre
de
2002
Como palestino nacido en Jerusalén, mi historia nacional y la sociedad de mis antepasados estalló en
pedazos en 1948 cuando se creó el estado de Israel. Desde entonces —la mayor parte de mi vida— he
participado en la lucha no solo para llevar la justicia y la restitución a mi pueblo sino también para
mantener viva la esperanza de autodeterminación. Nuestra historia moderna como pueblo está llena
de sufrimientos sin reconocimientos y de despojo continuo. Como americano que lleva una vida
de privilegio y estudio en la Universidad de Columbia, donde he tenido una suerte enorme en mi
vida como profesor, llegué a comprender muy pronto que tenía que elegir entre olvidarme de mi
pasado y de los muchos familiares que se convirtieron en refugiados sin hogar en 1948, o dedicarme
a paliar los efectos de los traumas producidos por el sufrimiento y el despojo escribiendo, hablando
y dando testimonio de la tragedia de Palestina. Me enorgullece decir que escogí este último camino
y, con él, la causa de una política estadounidense no militarista y no imperialista. Siempre he creído
en la superioridad del argumento racional sobre la lucha armada, en la franqueza y en la honestidad
empleadas en pro no de la exclusión sino de la inclusión. ¿Cómo reconciliar la realidad de un pueblo
oprimido, explotado y al que se le han negado sus derechos políticos y humanos, con la realidad de
otro pueblo cuya historia de persecución y genocidio, enmi opinión, injustamente anuló la existencia
de otro pueblo indígena en su camino hacia la autodeterminación? Esta fue la cuestión. Consistía en
tener la cooperación de muchas personas, muchos compañeros y amigos de ideas afines, de árabes
y judíos, y no árabes y no judíos, cuya pasión por la justicia los unió con el pueblo de Palestina, que
sufre bajo la ocupación militar israelí desde hace treinta y cinco años. Este sufrimiento, además del
despojo de toda la nación palestina en el exilio, clamaba por la justicia y el reconocimiento.
Ha sido una lucha dura y estamos lejos de acercarnos a su final. Los sacrificios diarios de valientes
palestinas y palestinos que siguen con sus vidas a pesar de los toques de queda, las demoliciones de
sus casas, lasmatanzas, las detenciones enmasa y la expropiación de sus tierras. Siempre necesitamos
el apoyo moral, necesitamos la imaginación del mundo, necesitamos demostrar a aquellos que crean
que Palestina/Israel es la tierra de un solo pueblo, que es una tierra para dos pueblos que no pueden
ni exterminarse ni expulsarse los unos a los otros sino que, de alguna manera, tienen que acercarse
como iguales, con derechos iguales de vivir en paz y seguridad, juntos.
Edward Said
Premio Príncipe de
Asturias de la Concordia
2002
Fragmento del discurso ofrecido
con motivo de la entrega del Premio
Príncipe de Asturias de la Concordia
el 25/10/2002.
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