Premios Príncipe de Asturias 1981–2014. Discursos - page 418

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ampoamor
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de
octubre
de
2008
La escritura de obras de ficción es un arte del tiempo: a través de ella los acontecimientos se
suceden, se ponen en marcha cambios; en otras palabras, la ficción cuenta historias. Y, a través de
esas historias, nos conocemos a nosotros mismos y a los demás. Un país sin historias sería un país
sin espejo: no proyectaría ningún reflejo y ello llevaría, en el mejor de los casos, a una existencia
fantasmal, sombría. «¿Quién soy?», se preguntarían los ciudadanos. Y no habría respuesta. Un
país así tampoco tendría corazón, pues la escritura es un arte de las emociones. En una era de
especialización, solo el arte puede mostrarnos la totalidad del ser humano en sus muchas variantes.
Todo, en nuestras sociedades, se ve influido no solo por la tierra que nos sustenta, sino por
el mundo imaginativo que construimos, y en el que habitamos. Incluso nuestras instituciones
aparentemente más sólidas se sostienen en las ideas que tenemos de ellas, en nuestra fe en su
existencia. Los bancos se desmoronan cuando perdemos la confianza en ellos, tal como se ha visto
recientemente. Y lo mismo sucede con las naciones. La función del arte, en cierto modo, consiste
en imaginar lo real y, al hacerlo, dotarlo de ser.
La ficcióndemi propiopaís contiene numerosasmaravillas: cocinas habitadas por osos, francoti-
radores indios llegados de las selvas más remotas para luchar en la Primera Guerra Mundial, un
monstruo helado, caníbal y con los pies en llamas… Pero, también, a muchas mujeres y hombres
que pueden parecer menos excepcionales y que sin embargo viven sus vidas y se enfrentan a su
tiempo y a su espacio —a menudo nevado— tal como su personaje, su circunstancia y su destino
les dictan.
Hoy nos hallamos inmersos en una crisis mundial. Financiera, pero también climática.
Mucha gente teme el futuro, un futuro que casi con total seguridad traerá escasez de alimentos,
suministros cada vez más menguados de energías fósiles y más pobreza e inestabilidad social.
En estas condiciones, conviene recordar la humanidad que compartimos, una humanidad que
muestra su mejor rostro a través de la inventiva y el valor, de la flexibilidad de pensamiento y
la generosidad, y a través de la capacidad de sentir alegría allí donde amenaza el peligro. Una
sociedad rica en artes también es rica en estas cualidades. Los economistas no pueden ponerles
precio, pues no pueden cuantificarse. Sin embargo, sin ellas las cosas no nos irán nada bien. Es
preciso que nos reimaginemos a nosotros mismos. Y no solo a nosotros mismos, sino nuestra
relación con el planeta que nos sostiene.
Margaret Atwood
Premio Príncipe de
Asturias de las Letras
2008
Fragmento del discurso ofrecido
con motivo de la entrega del Premio
Príncipe de Asturias de las Letras el
24/10/2008.
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