Premios Príncipe de Asturias 1981–2014. Discursos - page 420

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de
octubre
de
2008
Antes de la época contemporánea, el mundo jamás había sido escenario de una circulación tan
intensa de los pueblos que lo habitan, ni de tantos encuentros entre ciudadanos de países diferentes.
Las razones de tales movimientos de pueblos e individuos son múltiples. La celeridad de las comu-
nicaciones incrementa el prestigio de los artistas y de los sabios, de los deportistas y de los militantes
por la paz y la justicia, poniéndolos al alcance de los hombres de todos los continentes. La actual
rapidez y facilidad de los viajes invita hoy a los habitantes de los países ricos a practicar un turismo
de masas. La globalización de la economía, por su parte, obliga a sus elites a estar presentes en todos
los rincones del planeta y a los obreros a desplazarse allá donde puedan encontrar trabajo. La pobla-
ción de los países pobres intenta por todos los medios acceder a lo que considera el paraíso de los
países industrializados, en busca de unas condiciones de vida dignas. Otros huyen de la violencia
que asola sus países: guerras, dictaduras, persecuciones, actos terroristas. A todas esas razones que
motivan los desplazamientos de las poblaciones se han sumado, desde hace algunos años, los efectos
del calentamiento climático, de las sequías y de los ciclones que este conlleva. Según el Alto Comi-
sionado de las Naciones Unidas para los Refugiados, por cada centímetro de elevación del nivel de
los océanos, habrá un millón de desplazados en el mundo. El siglo xxi se presenta como aquel en
el que numerosos hombres y mujeres deberán abandonar su país de origen y adoptar, provisional o
permanentemente, el estatus de extranjero.
Todos los países establecen diferencias entre sus ciudadanos y aquellos que no lo son, es decir,
justamente, los extranjeros. No gozan de los mismos derechos ni tienen los mismos deberes. Los
extranjeros tienen el deber de someterse a las leyes del país en el que viven, aunque no participen
en la gestión del mismo. Las leyes, por otra parte, no lo dicen todo: en el marco que definen, caben
los miles de actos y gestos cotidianos que determinan el sabor que va a tener la existencia. Los habi-
tantes de un país siempre tratarán a sus allegados con más atención y amor que a los desconocidos.
Sin embargo, estos no dejan de ser hombres y mujeres como los demás. Les alientan las mismas
ambiciones y padecen las mismas carencias; solo que, en mayor medida que los primeros, son presa
del desamparo y nos lanzan llamadas de auxilio. Esto nos atañe a todos, porque el extranjero no solo
es el otro, nosotros mismos lo fuimos o lo seremos, ayer o mañana, al albur de un destino incierto:
cada uno de nosotros es un extranjero en potencia.
Tzvetan Todorov
Premio Príncipe de
Asturias de Ciencias
Sociales
2008
Fragmento del discurso ofrecido
con motivo de la entrega del Premio
Príncipe de Asturias de Ciencias
Sociales el 24/10/2008.
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