Premios Príncipe de Asturias 1981–2014. Discursos - page 427

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Y por ello, al hablar de nuestro país, me gustaría terminar mis palabras evocando otros acon-
tecimientos importantes que también
cambiaron para siempre el rumbo de nuestra historia y que
tuvieron gran influencia en muchos lugares del mundo. Este año conmemoramos el bicentenario
de la Guerra de la Independencia y el 30 aniversario de nuestra actual Constitución; y además,
estamos ya preparando los bicentenarios de la Independencia de las Repúblicas hermanas de Amé-
rica y de la Constitución de Cádiz, la primera Constitución liberal de lo que hoy llamamos Ibe-
roamérica.
Todos ellos, todos estos acontecimientos, de forma pacífica o con muy duros sacrificios, fueron
caminos emprendidos en busca de la libertad y la justicia, pasos trascendentales en la evolución
hacia una sociedad avanzada y democrática, gobernada bajo el imperio de la Ley. Son también,
como todos los grandes acontecimientos históricos, ejemplos para el futuro. Los españoles, y sobre
todo los más jóvenes, debemos meditar sobre ellos y aprender de los errores, de los fracasos, de las
glorias y de los éxitos, para no repetir nunca más aquello que nunca debió suceder y para ensalzar
todo lo bueno, lo que nos ha transformado en una gran nación: en la España democrática, diversa,
plenamente integrada en Europa, dueña de su destino, y de la que tan orgullosos nos sentimos.
España está en el ayer, en su gran historia, pero, sobre todo, está en el mañana. Por ello, estas
lecciones del pasado y las nieblas que suelen interponerse ante la mirada al futuro, no pueden im-
pedirnos ver con claridad que estamos ante un mundo nuevo,
muy distinto al del siglo xx, más ancho y más complejo, con
nuevos y poderosos interlocutores, que anuncia profundas mo-
dificaciones en el modo con el que hasta ahora lo hemos conce-
bido, vivido y administrado.
Como toda época de transición y de cambios tan rápidos
y profundos, la actual está repleta de riesgos e incertidumbres,
pero también de oportunidades y esperanzas. No es un viaje ru-
tinario el que tenemos ante nosotros. Adentrarse en ese nuevo
tiempo exige —más que en cualquier otra ocasión— acierto en
el rumbo y firmeza en su conducción; y requiere una decidida voluntad común basada en la soli-
daridad entre todos los españoles que les ilusione, les dé confianza y seguridad. Es un viaje para el
que es imprescindible que todo ese esfuerzo se sustente en las fuentes del humanismo y de la ética,
que alimentan lo mejor de la vida humana.
La historia también nos enseña que una de las claves del progreso de la humanidad es la ca-
pacidad de las personas y de las sociedades para adaptarse a los avances tecnológicos. Por eso,
tenemos que ser conscientes de que la educación de nuestros jóvenes y la formación de nuestros
ciudadanos forman uno de los ejes principales de nuestro futuro bienestar. Una educación actua-
lizada permanentemente y con visión universal y basada en el esfuerzo, en el trabajo bien hecho y
en la conexión eficaz con el mercado laboral.
Asimismo, la innovación, la investigación científica y las nuevas tecnologías deben estar en
la raíz misma de nuestro tejido productivo, asegurando la competitividad de nuestras empresas
en el mercado global donde desarrollan hoy
su actividad. Pues solo así, en esta sociedad del co-
nocimiento en la que ya vivimos, se creará y distribuirá riqueza y se generará empleo, una de las
mayores preocupaciones de los españoles.
Este es, por ello, más que nunca el momento de pisar el terreno firme de los grandes principios
y valores que son el alma y la razón de ser de nuestros premios. Aquellos que apoyan nuestra fe en
el porvenir y refuerzan nuestra determinación de construir un mundo que queremos más próspe-
ro pero, sobre todo, más sostenible y más solidario, mucho más justo y siempre libre.
Cada año, nuestros premiados enriquecen nuestras ideas y nos recuerdan la importancia del
ejemplo con sus propias trayectorias. Sigamos entonces reconociendo en ellos a quienes buscan la
verdad y la belleza, a quienes trabajan por la paz, el bienestar y la libertad de todos, a quienes, en
fin, ayudan a construir esa ciudad siempre inacabada de un mundo mejor.
Muchas gracias.
«La educación de nuestros jóvenes y
la formación de nuestros ciudadanos
forman uno de los ejes principales
de nuestro futuro bienestar.»
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