Premios Príncipe de Asturias 1981–2014. Discursos - page 471

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Discurso XXXI
Ayer conocimos que quienes han martirizado durante tantos años a la sociedad española con su
violencia terrorista asumen su derrota. Es, desde luego, una buena noticia. Es, sobre todo, una
gran victoria de nuestro Estado de Derecho. Una victoria de la voluntad y determinación de las
instituciones democráticas; del sacrificio y el trabajo abnegado, eficaz, de las Fuerzas y Cuerpos
de Seguridad; en definitiva, del conjunto de nuestra sociedad. En esta hora en la que la libertad
y la razón se abren camino sobre la barbarie, quiero volver la mirada, querría que todos unidos
volviésemos la mirada, con inmenso cariño y respeto hacia las víctimas, hacia su dolor y rendir el
homenaje más emocionado a su memoria, a su dignidad.
Señoras y señores:
Nos reunimos en esta tarde de gratitud para honrar a nues-
tros galardonados. Su presencia entre nosotros —aquí en Ovie-
do— nos permite reconocer con más fuerza sus méritos y la
trayectoria valiosa de sus vidas, entregadas al trabajo, compro-
metidas con el arte, con la ciencia, con el deporte, con la soli-
daridad. Lo hacemos con admiración y muy satisfechos, pues
nuestra Fundación mantiene vivos, en estos tiempos difíciles,
los valores y los objetivos para los que nació hace ya más de treinta años.
Esta ceremonia es compendio de todo ello: de nuestra voluntad de distinguir la ejemplaridad,
de presentar a la sociedad modelos positivos en los que reconocerse y a los que emular y de com-
partir con todos, en definitiva, un mensaje de esperanza.
Agradecemos el apoyo y la generosidad de tantas personas que hacen posible nuestra actividad:
los miembros de los distintos jurados, los patronos y protectores de la Fundación, los medios de
comunicación nacionales e internacionales y las personalidades que también nos honran y alegran
hoy con su presencia.
La Princesa y yo damos muy especialmente las gracias a quienes en esta querida Asturias nos
acogen siempre con tanto cariño y reciben a los galardonados con admiración y una entrañable
alegría.
Recordamos hoy con tristeza a Juan Luis Iglesias Prada, quien fue secretario general de la Fun-
dación, fallecido el pasado mes de marzo. Echaremos mucho de menos su entusiasmo y la ilusión
y el cariño con los que trabajó en beneficio de nuestra institución, a la que supo engrandecer y a la
que aportó su bonhomía y su inteligencia.
Señoras y señores:
Volvemos la mirada ahora a los premiados para reflexionar, siquiera brevemente, sobre su va-
lioso trabajo y para ensalzar sus méritos.
El maestro napolitano Riccardo Muti, Premio de las Artes, es uno de los más grandes direc-
tores de orquesta. Ha dirigido, con su exquisita sensibilidad, en los escenarios más prestigiosos
del mundo y a las formaciones más relevantes. Es, además, un humanista con profunda vocación
investigadora, dedicada especialmente a la recuperación de grandes obras históricas que rescata
del olvido e incorpora al repertorio de nuestros días. El maestro Muti reivindica sin tregua la nece-
sidad de apoyar e intensificar la enseñanza musical, imprescindible en una educación completa. Su
talento descansa en una concepción trascendente de la música, en la idea de que al dirigir se inicia
un proceso que comienza en el compositor y llega a la batuta del director, quien consigue extraer
los sentimientos de cada uno de los cantantes e instrumentistas para entregarlos, finalmente, al
público. En este camino de continuo aprendizaje, Muti reconoce con humildad que jamás llegará
a la otra orilla, porque detrás de las notas —dice— «habita el infinito».
La experiencia y el renombre que posee no le impiden evocar con gratitud a quienes fueron sus
«Ninguna gran nación puede abordar la crisis
desde el pesimismo. Ninguna gran nación
puede salir de ella sin el concurso de todos.»
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