Premios Príncipe de Asturias 1981–2014. Discursos - page 475

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figura clave de la Ilustración. Su obra es un testimonio del patriotismo más noble y de la lucha
contra los males y las ignorancias de su época. Le guiaron siempre las luces del conocimiento,
de la moral y de la ética. Cuando fue nombrado ministro de Gracia y Justicia escribió: «Haré el
bien; evitaré el mal que pueda». Esas palabras definen a este gran español que tanto contribuyó al
progreso de Asturias y cuyas ideas son un referente para todos, más aún en estos tiempos difíciles,
como los que él mismo vivió.
Ciertamente, no es fácil este tiempo, pero es el nuestro, el que nos ha tocado vivir. Vivimos hoy
una crisis —ya larga— que nos afecta de pleno, con graves consecuencias en todos los órdenes, y
cuyas dimensiones y complejidad están poniendo a prueba nuestros modos de vida y nuestras capa-
cidades. Si queremos resolver los desafíos que nos plantea, debemos actuar con decisión y valentía.
Conocemos el camino para conseguirlo. Y en ese camino todos tenemos un compromiso cívi-
co. Ninguna gran nación puede abordar la crisis desde el pesimismo. Ninguna gran nación puede
salir de ella sin el concurso de todos. Cumplamos cada uno con nuestras responsabilidades y pro-
movamos un espíritu colectivo de superación, ilusión y esperanza que descanse en las bases sólidas
que ya tenemos. Porque a lo largo de estas últimas décadas han sido muchos los éxitos y los logros
que hemos alcanzado juntos, no sin sacrificios ni renuncias, y de ellos nos debemos sentir legíti-
mamente orgullosos. Tenemos, en fin, buenas razones para sentir autoestima y esperanza, para
saber que podemos nuevamente superar las dificultades y los desafíos que tenemos por delante.
Los españoles debemos ser conscientes de que estamos en una empresa común en la que hoy,
más que nunca, tenemos que estar unidos en torno a nuestros
grandes objetivos nacionales y, muy especialmente, para afron-
tar ese gran reto que es recuperar el empleo. Recuperarlo a to-
dos los niveles y, sobre todo, para los más jóvenes, que quieren,
que tienen derecho, a que la sociedad les abra las puertas de la
esperanza.
Levantemos también la vista y miremos hacia el exterior.
Si a comienzos del siglo pasado Europa era la solución a los
problemas históricos de España, en estos momentos —y para el futuro que ambicionamos— es
imprescindible avanzar resuelta y solidariamente en la construcción europea, que se encuentra hoy
en una de las encrucijadas más decisivas de su historia.
El difícil tiempo que vivimos exige también que evitemos las confrontaciones y las divisiones
estériles; que respetemos y seamos capaces de integrar después, en beneficio del interés general, las
sensibilidades y las opiniones divergentes. Busquemos, con sentido de la responsabilidad, criterios
comunes en lo esencial. Debatir rigurosamente no es enfrentar, sino construir; aportar soluciones
no es sinónimo de repudiar por sistema las ajenas; y llegar a acuerdos siempre propicia la genero-
sidad, el compromiso y la confianza. El vigor de nuestra democracia no es en absoluto ajeno a cada
uno de nosotros, a nuestra voluntad participativa en lo público, a nuestra entrega en el trabajo, a
que los principios morales cohesionen de forma firme y duradera nuestra sociedad.
Es esta también una hora para engrandecer nuestra solidaridad. Desde que comenzó la crisis,
las familias, las instituciones sociales —muchas de ellas galardonadas con nuestros premios— y
miles de ciudadanos están dando un ejemplo de sacrificio por quienes más lo necesitan. Merecen
por ello el agradecimiento más sincero de la sociedad y nos permiten sentir la íntima alegría, di-
cho con las hermosas palabras del poeta, de que muchos corazones no laten en vano, pues no son
indiferentes a la desgracia ajena.
Señoras y señores:
Decía Jovellanos que «la virtud y el valor deben contarse entre los elementos de la prosperidad
social y sin ella, toda riqueza es escasa, todo poder es débil. Sin virtud ni costumbres —afirmaba—,
ningún estado puede prosperar, ninguno subsistir. Sin ellas el poder más colosal se vendrá a tierra,
la gloria más brillante se disipará como el humo».
Hoy hemos sido testigos en este teatro Campoamor de cómo el esfuerzo, la humildad, el sacri-
ficio y la búsqueda de la excelencia han dado sentido a las vidas de nuestros premiados. De ellos
«Busquemos, con sentido de la responsabilidad,
criterios comunes en lo esencial. Debatir
rigurosamente no es enfrentar, sino construir.»
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