Premios Príncipe de Asturias 1981–2014. Discursos - page 507

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más sólido —el activo de mayor valor con el que contamos— es precisamente nuestra gente, la
sociedad española en su conjunto. Así lo está demostrando con su comportamiento durante estos
años tan difíciles.
Los hombres y mujeres de España han hecho frente con gran coraje a la adversidad y han mos-
trado una capacidad de sacrificio fuera de toda duda. Son muchos, son millones los españoles que
cada día batallan para salir adelante con honestidad, con esfuerzo, con valentía y con humildad;
ellos son los que realmente hacen de España una gran nación que vale la pena vivir, y querer, y
por la que merece la pena luchar. Así la sociedad española está dando, una vez más, un ejemplo de
madurez, de responsabilidad y de conciencia cívica que es justo reconocer y necesario valorar en
muy alto grado.
No estamos, por otra parte, en la España que entristeció a Unamuno; en la que —como dijo—
«vive cada cual solo entre los demás». La solidaridad está muy presente. Muchísimos españoles
están dedicando una parte de su tiempo a ayudar a los demás; y son también muchos los jóvenes
voluntarios que han hecho del compromiso social su bandera.
Todas las instituciones sociales, públicas y privadas, se están volcando con los que más sufren y
más necesitan. Y dentro de las familias, los más mayores están dando un gran ejemplo de genero-
sidad, al compartir con los más jóvenes los esfuerzos de una vida llena de sacrificios.
Tampoco, afortunadamente, vivimos en una sociedad en la que esté instalado un pesimismo
insuperable, como en otras épocas de nuestra historia. En la sociedad civil se debaten los asuntos
públicos; se crean instituciones y foros con voluntad de aportar
—con espíritu constructivo— ideas y propuestas. No es una so-
ciedad indiferente frente a la gestión de los intereses generales,
frente a nuestro futuro. Tenemos una sociedad con vitalidad,
con pulso.
Creo firmemente, además, que entre nosotros están muy
presentes los sentimientos fraternales generados a lo largo de
muchos siglos de convivencia; de compartir profundos vínculos
familiares e históricos, tantas emociones sufridas o disfrutadas colectivamente, juntos. Sentimien-
tos, en fin, de respeto, de estima y afecto —de amistad—, que nos han dado forma y que debemos
preservar y alimentar siempre, y en todo momento, por encima de las tensiones, de las discrepan-
cias y los desencuentros.
La sociedad española está firmemente instalada en la democracia y la libertad, rechaza la vio-
lencia y la intolerancia y ha sido capaz de integrar en su seno a personas de diferentes religiones,
lenguas y costumbres; muchos de las cuales sienten hoy el orgullo de haber alcanzado el sueño
de ser ciudadanos españoles. Somos una sociedad fiel a nuestra vocación europea, orgullosa de
nuestra dimensión iberoamericana, consciente de nuestro lugar y responsabilidad en el mundo y
estamos abiertos a él.
Vivimos también con un profundo deseo de avanzar y de adaptarnos a las exigencias de los
nuevos tiempos. La sociedad exige una reflexión rigurosa para nunca más volver a caer en errores y
excesos inadmisibles, con la firme aspiración de construir un futuro basado en el rigor, la seriedad,
el esfuerzo y la honradez. Un futuro solidario y con principios éticos firmes, en el que la integridad
inspire nuestra vida colectiva y la gestión de nuestros recursos.
Tenemos, así pues, señoras y señores, muchas razones para sobreponernos a la adversidad.
Contamos para ello con la entereza y la voluntad de superación de la sociedad española como la
mejor garantía para nuestro futuro. Contamos con las aspiraciones e ilusiones de nuestros ciuda-
danos como la mayor esperanza para España.
Una nación que han construido millones y millones de ciudadanos a lo largo de los siglos y que
hoy, todos juntos, en un proyecto compartido, tenemos la responsabilidad de continuar, en una
gran tarea siempre inacabada. Una nación que nunca ha claudicado frente a la adversidad ni ha
renunciado a ningún sueño. Una nación cuya historia es fundamental para entender y explicar la
historia de la humanidad.
«La sociedad exige una reflexión
rigurosa para nunca más volver a caer
en errores y excesos inadmisibles.»
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