Premios Príncipe de Asturias 1981–2014. Discursos - page 95

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Discurso IV
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Asturias enaltece una vez más su universalidad con la entrega de los premios que llevan el nombre
de su Príncipe, en clara vinculación del sucesor de la Corona con esta tierra generosa, recia y hospi-
talaria, ejemplo de laboriosidad para todos los españoles.
En la distancia, al otro lado del océano que tantos asturianos han cruzado a través de los tiem-
pos, yo sé que nuestro hijo siente hoy la nostalgia y el pesar de no estar entre nosotros para hacer
entrega de los galardones, felicitar a quienes los obtienen y agradecer vuestra asistencia.
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Le retienen en otro lugar lejano indeclinables obligaciones académicas, que suponen para él sa-
crificio y entrega, y es precisamente en la ejemplaridad de su conducta de estudiante, en el penoso
esfuerzo de enfrentarse fuera de España con un mundo extraño, hasta ahora desconocido para él,
donde radica el mejor tributo que, como joven español de su tiempo, os debe rendir.
Estos premios de la Fundación Principado de Asturias han sido creados para reconocer y enal-
tecer las cualidades y los méritos de las personas y entidades que en las distintas facetas que los
galardones comprenden, se han hecho acreedores a la admiración y al respeto de todos.
Ningún hombre es más que otro si no hace más que otro. Pero vosotros os habéis distinguido
en vuestro hacer.
La dedicación esforzada a la investigación científica y técnica; a las nobles tareas de la creación
en las Artes, en las Letras y en las Ciencias; a la comunicación entre las personas y los pueblos o
a la cooperación con nuestras naciones hermanas de América; la exaltación, en definitiva, de las
actividades del espíritu, constituyen condición indispensable y básica para el desarrollo de la so-
ciedad en que vivimos y para que podamos contribuir también a la consecución del bienestar en
el mundo entero.
No podemos avanzar en el complejo nivel de la historia en
la que en este momento estamos inmersos, sin la labor lúcida,
infatigable, dolorosa a veces, siempre solidaria, de los que como
vosotros, los que hoy recibís los Premios Príncipe de Asturias,
entregáis lo mejor de vuestra inteligencia y de vuestro esfuerzo
al servicio del progreso y de la paz.
En este punto, permitidme que, de entre los galardonados y
como suma y compendio de todos ellos, haga especial mención
de los presidentes de Colombia, México, Panamá y Venezuela
—aquí representados por sus respectivos cancilleres—, cuyos
denodados esfuerzos en favor de la paz abren una vía esperanzadora a la concordia y al entendi-
miento entre los pueblos, lo mismo que al progreso en libertad, esfuerzos que merecen nuestro
apoyo y nuestro aplauso, como bien ha sabido reconocer el jurado al otorgarles tan alta distinción.
La cultura, en toda su extensión y a todos sus niveles, no debe ser tan solo una posibilidad
instrumental coordinada y predicativa de nuestra condición de desarrollo social, sino también
algo más profundo y permanente: la propuesta de una conducta ética. Cultura y ética parecen en
ocasiones términos distanciados entre sí, independientes o acaso contrapuestos. Sin embargo, han
de ser inseparables, porque la primera sería muy poco si no estuviera inspirada por la segunda y
estimulada por la gran fuerza del espíritu.
1 Concluidos sus estudios secundarios, S.M. el Rey Felipe VI realizó el último curso escolar —equivalente al Curso de
Orientación Universitaria— en el Lakefield College School, en Canadá. Fue S.M. el Rey Juan Carlos I quien presidió la
ceremonia de entrega de galardones y pronunció el discurso en su nombre.
«En la distancia, al otro lado del océano que
tantos asturianos han cruzado a través de los
tiempos, yo sé que nuestro hijo siente hoy la
nostalgia y el pesar de no estar entre nosotros.»
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