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María Zambrano

Premio Príncipe de Asturias de Comunicación y Humanidades 1981

Pensadora y escritora, figura eminente de la reflexión y de las letras españolas, la obra de María Zambrano (Vélez, Málaga, España, 1904 – Madrid, España, 1991) está considerada por los estudiosos como un jalón primordial en el pensamiento filosófico español surgido a partir del siglo XVII.

Perteneciente a la llamada Generación de la República, discípula de Ortega, ha creado una obra singular de indiscutibles valores literarios, en la que se da una maravillosa conjunción entre poesía y pensamiento. Sus escritos se centran sobre el eterno problema de la belleza y la verdad, siendo el acceso a esa verdad una constante fundamental de su proceso intelectivo.

La autora de El hombre y lo divino ha roto fronteras entre el pensamiento y la literatura, alcanzando un estilo de gran belleza formal en el que el acto de pensar se convierte en un saber sobre el alma, en un sueño creador.

Hija del pedagogo Blas José Zambrano, tan sólo permanecería tres años en su tierra natal malagueña, pues su familia se trasladó a Jaén y luego a Segovia, donde María Zambrano cursó el bachillerato y a la que años después dedicaría un importante ensayo. Tras doctorarse en Filosofía y Letras por la Universidad Central, donde fue alumna de Ortega y Gasset, García Morente y Xavier Zubiri, comenzó a publicar sus primeros ensayos en Revista de Occidente, precisamente de la mano de Ortega, y se inició en la docencia como profesora auxiliar de Filosofía en la Universidad Central y como profesora del Instituto-Escuela.

Entre 1930, fecha en que publica Horizonte del Liberalismo, y 1936, cuando contrajo matrimonio con el historiador Alfonso Rodríguez Aldave, María Zambrano organizó en su casa de la plaza del Conde de Barajas reuniones que se convertirían en uno de los más intensos focos culturales de la vida nacional. La guerra civil la llevó a Chile, al ser nombrado su marido segundo secretario de la Embajada. En este país publicó Los intelectuales en el drama de España. Regresó a España en 1937 y vivió, sucesivamente, en Madrid, Barcelona y Valencia. En esta última ciudad se incorporaría al grupo que editaba Hora de España, trabando amistad con personalidades como Emilio Prados, Ramón Gaya y Juan Gil-Albert, y publicando diversos ensayos y artículos.

En 1939 decidió exiliarse, y hasta su regreso a España vivió y trabajó en universidades de América y Europa. Vivió primero en México, donde ejercería durante un curso como profesora en la Universidad de Morelia. Posteriormente se trasladó a Cuba, país en el que residió durante trece años (1940-1953), impartiendo clases en la Universidad de la Habana y en el Instituto de Altos Estudios e Investigaciones Científicas. También dictó cursos en la Universidad de San Juan de Puerto Rico. El pensamiento vivo de Séneca (1944), La agonía de Europa (1945) y Hacia un saber del alma (1950) fueron publicadas en el período americano de su exilio, dominado por dos hechos decisivos: la muerte de su madre, en 1946, y su separación, un año más tarde.

Instalada en Roma en 1953, dio a conocer sucesivamente una serie de obras fundamentales: El hombre y lo divino (1955) -hito irremplazable en el pensamiento español del siglo XX-, Persona y democracia (1959) y La España de Galdós (1960), colaborando asimismo en revistas de la época tan importantes como Botteghe Oscure, Insula o Papeles de Son Armadans. Cuatro años después se traslada a Francia, dando comienzo una etapa de su vida de gran producción intelectual: España, sueño y verdad (1965); El sueño creador (1965); La tumba de Antígona (1967); Obras reunidas (1971); y Claros del bosque (1977). En 1978 cambia su residencia a Suiza, donde vive hasta su regreso definitivo a España, que tendría lugar en 1984, tras 45 años de ausencia.

Doctor honoris causa por la Universidad de Málaga, Premio Extraordinario Pablo Iglesias, Medalla de Oro de Madrid y Premio Cervantes 1988, María Zambrano era uno de esos seres que sólo viven para descifrar el sentimiento. A la poesía y la filosofía les otorgó la virtud de objetivar la verdad buscada, de mostrarla a sus destinatarios y de iniciar a quien esté dispuesto a vivir en ellas.

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