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Francisco Umbral

Premio Príncipe de Asturias de las Letras 1996

Majestad,
Alteza,
Dignísimas Autoridades,
Dignísimos Señores,
Senoñas y Señores,

En la hoguera cultísima de un teatro, ante el senado impar de la provincia, bajo el gran testimonio de este Príncipe, y una Reyna de luz y asentimiento, quiero decir que sólo la cultura, ese saber del hombre sobre el hombre, puede salvar el mundo, y aún salvarnos de la barbarie técnica o guerrera, de la tecnología beligerante, como en un cuento de hadas cibernéticas, reuniendo bajo arcaico Principado el milagroso haz de los escasos.

Así Julián Marías, viejo maestro, "Introducción a la filosofía", cuando yo adolescente, enfermo y lírico, descubrí en este libro la luz blanca de Grecia, la geometría socrática y la idea. Así este señor Kohl, el mandarín de la Europa unitaria y monetaria, con su buen socialismo de derechas y la superstición de la moneda que a todos va a salvarnos "nuevo rito" frente a la grey de fundamentalismos que adúnan religiones y tamtanes en torno de la Europa, que es un vidrio.

Así mi Adolfo Suárez, myo Adolfo, que trajo a España dimensiones, libertades del hombre, porvenires, la violencia luciente de su idea y la verdad tranquila de su España. Lámina ya limpísima del tiempo, historia ya de España, ley y naipe, Adolfo fue el amigo, el gran maestro que traspasó murallas abulenses para ensanchar al fin la democracia y que dijo palabras tierra y macho para que España fuese recental.

Ah mi Indro Montanelli de la Plaza Navona, de cuyo periodismo aprendí tantas cosas, yo escribo en europeo gracias a Montanelli, y pongo su periódico, tricornio de papel, encima de mi testa cuando no tengo tema. Sociología, John Elliott, la ciencia de las masas, aquí hubo un primer libro, orteguiano y diverso, explicándole a Europa el hombre colectivo. Viene Joaquín Rodrigo, plurales aranjueces, entre la luz madriles y la sonante sombra, o Valentín Fuster, el árbol de la ciencia, el pecado fecundo que rompió con los dioses, y hasta viene Carl Lewis, piel de seda y de récord, ah su emergente raza, una Grecia muy negra, por el revés de Fidias, altorrelieve y África, africanía lentísima, veloz como el paisaje.

Ramón de Campoamor, poeta y teatro, gobernador, sentimental y viejo, nos acoge con gesto de dolora y nos da su lección tan socarrona: "Todo es según el color..." etc. Color de Principado entre la lluvia, la monarquía que suena a democracia, y la cultura, sólo la cultura, repartida en mil ciencias y saberes, nos salvará del número ominoso. Es milagro este premio, es milagro este nombre, es milagro que Asturias, hija de un mar amargo, vuelva a salvar España con su anual preceptiva, vuelva a salvar la Historia acertando los buenos. Cuando hoy la democracia se llena de puñales, como un cuento de Borges o un romance villano, Asturias anualmente, con tardanza de pueblo, elige y discrimina, distingue y certifica; no reivindica piedras, milagros ni dineros, sino que abre caminos, determina sus nombres y su casona grande es la Casa del Hombre.

Quiero dejar aviso de lo que está pasando, la muerte de los libros y la herida en la idea, filósofos burlados con pensamiento débil y las ciencias sutiles, enramada del ser, al servicio oneroso de tantos generales.

Eso ya está pasando, vamos a la barbarie, la ministra española clama en Humanidades, pero el niño sencillo, padrote del Dos Mil, no frecuenta las ciencias ni la paciente Historia, pero mata marcianos y asesina a otro niño. Por eso es oportuno, y no juegos florales, que una Fundación noble, con su plural mirada, distinga entre los mapas al hombre bueno y alto, a la mujer simbólica, y entronice lo eterno, la gramática parda y esa épica de nailon de algún hombre de Estado.

Estamos rodeados, no me asusta decirlo, los robots, los misiles y los dioses antiguos han armado su guerra contra la vieja Europa. Los Estados Unidos, siempre depredadores, se inventan a diario un enemigo negro y mal desayunado. Asturias es Europa, este teatro es Europa, aduar de intelectuales, bajalato de sabios, emirato de antiguos que aún se fijan por libros. Estamos rodeados, no me asusta decirlo, y hay que hacer la milicia, milicianos de Persia, seamos los hombres/libro del avezado Bradbury, digamos de memoria las venganzas de Orestes, acudamos a Ortega, el vigía de Occidente, aprendamos gramática como párvulos griegos y muramos despacio conjugando la rosa.

Muchas gracias.

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