Premios Príncipe de Asturias 1981–2014. Discursos - page 143

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Discurso IX
Vuelvo a estas tierras de Asturias, a las que tan vinculado me siento, en una nueva edición de los
premios que honran al título del Principado, lleno de la alegría que supone el encuentro con el
pueblo asturiano, con sus instituciones y con aquellas destacadas personalidades que han merecido
aquéllos.
Estoy aquí otra vez para compartir vuestra voluntad de futuro y reforzarme con la energía moral
e intelectual que se genera, cada año, en esta plataforma de cultura simbolizada por nuestros entra-
ñables galardones.
Hoy es, por lo tanto, un día de fiesta. Asturias está de gala y se alboroza por ser sede del mundo
de la cultura en su mejor expresión: la de la solidaridad creativa.
Es de rigor concentrar en este acto el reconocimiento popular a quienes, como los premiados,
trabajáis por el progreso, la paz y la libertad. En nuestro tiempo, como en otras etapas de la histo-
ria, corremos el peligro de que estas grandiosas y sonoras palabras, si no están llenas de un conte-
nido auténtico, se conviertan en mera retórica y pierdan capacidad de convocatoria y de estímulo.
Por eso, los premios de nuestra Fundación son como un aldabonazo real y efectivo que se
produce cada doce meses, coincidiendo con el otoño de los verdores asturianos, para proclamar
a los hispanos de las dos orillas del océano y a la Europa integradora e iluminadora de la civiliza-
ción, que estamos aquí para reconocer los méritos de quienes se destacan en las distintas ramas de
la cultura. Y que estamos aquí en Oviedo, donde la Fundación del Principado viene a constituir
como un puente de responsabilidad que hemos de atravesar en la ruta que nos lleva al futuro de
las nuevas generaciones.
En esta misión mía de aprender a la que estoy entregado con
dedicación y entusiasmo, me doy cuenta de la importancia que
tiene la fija y acuciante lección del trabajo, sin el cual nada pue-
de conseguirse. Con vuestra entrega, vosotros, escritores, cien-
tíficos, sociólogos, economistas ilustres, justificáis la esperanza
de un mundo mejor.
No solo porque seguís el camino más adecuado, sino porque
en el esfuerzo constante de vuestra actividad podemos apoyar-
nos confiadamente para vivir con optimismo.
No me corresponde a mí emplear un tono doctoral y distante.
Pero con naturalidad y sinceridad he de deciros que me siento comprometido profundamente con
esta labor de la Fundación Principado de Asturias que fomenta la cultura y tiende a promover la
unión entre los pueblos.
Asturias adquiere así un carácter universal. Desde aquí hemos de luchar por la superación de las
fronteras del atraso y sentirnos comprometidos con las exigencias de nuestra hora para poner las cien-
cias, las artes, los conocimientos de todo orden al servicio de la humanidad.
Debo, en la presente ocasión, hacer una referencia muy sentida a una persona destacada en este
aspecto de la extensión de la cultura a los más variados ámbitos, a Alberto Sols, Premio Príncipe
de Asturias de Investigación Científica y Técnica, recientemente fallecido, y considerado como el
número uno de los bioquímicos españoles, cuyos esfuerzos se dedicaron a la formación científica
de los jóvenes que, atraídos por su magisterio, llegaban a su laboratorio.
Y quisiera dedicar también un recuerdo en este acto a la figura inolvidable de un asturiano
desaparecido hace poco, un gran asturiano que propició desde la primera hora la Fundación Prin-
cipado de Asturias y prestó siempre su apoyo a todas las iniciativas culturales. Su nombre está sin
duda en nuestra mente y en nuestro corazón: Ramón Areces. Él fue un hombre de la emigración
que abrazó dos mundos y que, con su trabajo infatigable, dejó una generosa obra para que sirviera
«En esta misión mía de aprender a la que
estoy entregado con dedicación y entusiasmo,
me doy cuenta de la importancia que tiene
la fija y acuciante lección del trabajo.»
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