Premios Príncipe de Asturias 1981–2014. Discursos - page 103

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Discurso V
Sean mis primeras palabras en este acto para enviar desde aquí —y desde esta Fundación Princi-
pado de Asturias que con tanto interés y tanto afecto dirige su mirada a los pueblos iberoameri-
canos— un mensaje de apoyo y de cariño a México y a los mexicanos que viven, con entereza y
valentía, momentos de angustia y desgracia
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. Como ha señalado el Rey, mi padre, a las pocas horas
de la catástrofe, «España está con vosotros». Y Asturias, ligada a México por tantos lazos entraña-
bles, estoy seguro de que se siente hoy más unida que nunca a quienes allí sufren.
Este empeño de tender la mano al que necesita ayuda; de unir razas y pueblos; de fomentar la
comunicación entre los hombres; de vitalizar culturas y engrandecer los espacios comunes de la
civilización, es también el servicio al que la Fundación está entregada.
En esta nueva edición, que me proporciona otra vez la feliz oportunidad de estar entre voso-
tros, se consagran los valores esenciales de las artes, de las ciencias, de las letras, de la cooperación
iberoamericana, encarnados en la destacada personalidad de los premiados.
De ellos aprendemos la lección más importante: que nuestras vidas valen en la medida que
sirven a los demás.
Y tenemos que darles una y otra vez las gracias, porque nos han dedicado lo mejor de su quehacer,
investigando la verdad, intentando con éxito reflejar y describir la belleza, introduciendo un elemento
de bondad a las relaciones entre los individuos y los pueblos.
Estos tres objetivos —y estoy especialmente cualificado para
decirlo en razón de mi edad— se nos presentan a veces como
utopías, cuando aún no poseemos demasiada experiencia. Los
jóvenes tendemos hacia esa trilogía: la verdad, la belleza, la
bondad, y la consideramos lejana, tal vez inalcanzable.
Pero no debemos renunciar a lo que puede parecer un sueño,
sino esforzarnos con tesón día a día en que se convierta en rea-
lidad, porque alguien nos ha puesto de manifiesto que eso no es imposible.
Sin hombres de ciencia, sin investigadores y profesores, sin artistas y poetas, sin personas de
buena voluntad, las sociedades se moverían ciegas y torpes y acabarían muriendo.
Por esa razón, debemos sentirnos orgullosos de vuestra permanente dedicación a las tareas en
que destacáis con luz propia. Una luz que alumbra nuestro camino individual y el de la sociedad
en que vivimos.
Los Premios Príncipe de Asturias no constituyen más que un reconocimiento a vuestra labor.
Un reconocimiento limitado en su aspecto material, pero infinito en sus estímulos morales y en
el deseo de que se avive constantemente, en el ámbito de España y de las naciones del mundo
americano, el espíritu de progreso. Debemos estar todos preparados para asumir el trabajo que
un futuro inmediato va a exigirnos. Tenemos la obligación de seguir el ejemplo que nos brindan
quienes se destacan en sus esfuerzos. Hemos de comprender que cuanto hagamos de auténtico y
verdadero, de bello y de bueno, no solo nos servirá a nosotros, sino también a quienes nos rodean
y a las generaciones que vengan detrás.
Asturias es una región desde la que estos objetivos se comprenden muy bien, porque aquí la
vida y el trabajo constituyen un servicio normal. Cumplámoslo todos con honradez y constancia,
sin pesimismo ni desesperanza.
1 El 19 de septiembre de 1985 México sufrió un terremoto de magnitud 8.1, con epicentro en el Océano Pacífico, en el que se
calcula que perdieron la vida 10.000 personas.
«Los jóvenes tendemos hacia esa trilogía:
la verdad, la belleza, la bondad, y la
consideramos lejana, tal vez inalcanzable.»
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