Premios Príncipe de Asturias 1981–2014. Discursos - page 203

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lucha contra la marginación, las desigualdades sociales, la ignorancia, la enfermedad o el miedo.
Su testimonio de sacrificio, austeridad y pobreza nos recuerda también que la riqueza no es un fin
en sí misma: debe estar subordinada a principios más altos y solidarios y comprometida decidi-
damente en la lucha contra las lacras sociales que nos llenan de angustia y de dolor, como el paro.
El jurado ha mencionado, con toda justicia, la inmensa y abnegada labor de los cooperantes
laicos. Algunos de ellos ya recibieron en el 92 nuestro reconocimiento, mediante la concesión del
Premio Príncipe de Asturias de la Concordia, conjuntamente, a Médicos sin Fronteras y a Médicus
Mundi.
Un escritor, maestro e inventor de caminos, cosmopolita, testimonial y lírico, Carlos Fuentes,
es el Premio Príncipe de Asturias de las Letras de este año. Su narrativa es permeable a los más
variados temas. En ella, razas, conmociones sociales, libertades, poderes y, siempre, la realidad a la
vez fecunda y compleja de su propio país, México, trascienden con una decidida vocación de ser
vehículo de unión entre las culturas de las dos orillas del Atlántico. Considerado ya un clásico, su
obra es una de las más innovadoras y deslumbrantes de nuestro tiempo.
Fuentes ha ensanchado el sentido de nuestra lengua en sus grandes novelas. Las más reales
vivencias se evocan y se reconstruyen en sus páginas. Vivencias que luego acaban fraguando de
una manera admirable, a veces monumental, por su extraordinaria riqueza verbal y por sus di-
mensiones. Y todo ello expresado de forma única en una lengua que une a tantas naciones por esa
fraternidad misteriosa y entrañable que crea el hecho de llamar desde niños las mismas cosas con
los mismos nombres.
Carlos Fuentes también ha dialogado con nuestro Miguel de Cervantes y ha hecho suya la
honestidad y el empeño del que fuera su inmortal personaje, Don Quijote. Como el madrugador y
audaz hidalgo, no renuncia a comprometerse en aquellos momentos o acontecimientos en los que
peligra la justicia, la libertad y la dignidad de los seres humanos.
Pocos fenómenos sociales han adquirido la importancia y la dimensión que tiene el deporte.
Su seguimiento por los jóvenes —y sobre todo su práctica— constituyen cauces pacíficos y seguros
frente a otras tendencias sociales que llevan consigo el vacío, la dispersión o el peligro.
Los jóvenes buscamos y encontramos hoy en el deporte un complemento ideal de vida. Nos llena,
por ello, de satisfacción que los Premios Príncipe de Asturias reconozcan los mejores ejemplos que
mundialmente se dan en este campo.
Este año se distingue a un deporte —el tenis— que por su carácter individual y por su gran
exigencia representa a la voluntad y al esfuerzo humano llevados al límite, como simboliza la fi-
gura y la carrera profesional de Martina Navratilova, Premio Príncipe de Asturias de los Deportes
en esta edición. A su tenacidad bien pudo referirse el poeta griego cuando, al ensalzar el triunfo
de los antiguos vencedores, decía que este se debía «al esfuerzo de adaptar siempre el ánimo a las
vicisitudes de la fortuna». Las pruebas y dificultades que tuvo que superar, el carisma, una fuerte
personalidad, el altruismo, han hecho ya de esta deportista un mito en vida.
Atentos a lo actual y a la noticia del momento podíamos pensar que la tragedia humana, y en
particular la de los niños, solo se circunscribe a episodios como los de Ruanda o los de la antigua
Yugoslavia. Desgraciadamente sabemos que no es así, por lo que es muy significativo que el Premio
Príncipe de Asturias de la Concordia de este año recuerde a otros niños que también sufren y sa-
ben de privaciones en otros lugares del planeta. Niños que han merecido la atención y la entrega de
asociaciones no gubernamentales como Save the Children, el Movimiento Nacional de Meninos e
Meninas de Rua y los Mensajeros de la Paz. El premio reconoce en ellas una labor de lucha contra
el desposeimiento y el dolor de los más inocentes, ensanchando así la atención humanista y moral
que queremos para nuestros galardones.
El abandono, la coacción y la violencia que todavía se ejerce sobre la infancia en muchos luga-
res del planeta indican un grado de abyección que no quisiéramos ver más entre los humanos. Esta
entrega a los niños, tan desprendida y generosa, de las asociaciones galardonadas con el Premio
Príncipe de Asturias de la Concordia, también nos trae la esperanza de un mundo mejor, más justo
y, sobre todo, sin tanto dolor.
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