Premios Príncipe de Asturias 1981–2014. Discursos - page 339

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Antes de ofrecer respuestas, la obligación de un hombre público es escuchar las preguntas de su
tiempo. Y la pregunta que resuena en la agenda de los pueblos, principalmente en la de los países
periféricos, es lo suficientemente elocuente como para no seguir ignorándola. Se trata de saber por
qué han fracasado las políticas de los años 90, que prometían crecimiento integral y redistribución
cooperativa de la riqueza mundial.
Las condiciones de vida de mil millones de seres humanos que luchan hoy para sobrevivir con
menos de un dólar al día son idénticas, o peores, que las que existían hace más de veinte años. La
mitad de la población mundial tiene menos de 2 dólares al día para sobrevivir, mientras el 14%
de la parcela más rica de la humanidad detenta el 75% de toda la riqueza material. La diferencia
entre el 20% de los más ricos y el 20% de los más pobres equivalía a 30 veces en los años 60: ahora,
en el cambio de milenio, se ha disparado a 74 veces. Estamos hablando de un retroceso, no de un
mero descompás. En 54 países, la renta
per cápita
actual es inferior a la de 1990. En 34 naciones,
la expectativa de vida ha disminuido. En 21, hay más gente pasando hambre; y en 14, más niños
mueren antes de los cinco años de edad. En un planeta aplastado por el choque entre la desilusión
y la indiferencia, ¿qué futuro le quedará a la paz?
Es necesario que la comunidad internacional asuma su responsabilidad colectiva, alistándose
en la única guerra de la cual saldremos todos vencedores: la lucha contra la pobreza y la exclusión
social. El arma fundamental para esto ya se conoce: la profundización de la democracia económica,
social, cultural y política. El comercio internacional necesita librarse de las prácticas proteccionistas,
que, todos sabemos, conceden privilegio a unos cuantos grupos, ineficaces, pero poderosos.
Brasil se ha alistado, con ahínco y determinación, en la lucha por un sistema internacional de
comercio que beneficie a los exportadores competitivos y ofrezca flexibilidad para la adopción de
políticas de desarrollo. Pero, no podemos ser ingenuos. Urge subordinar el desarrollo, el comercio
y las relaciones internacionales a las indagaciones fundamentales del humanismo: ¿qué progreso?,
¿para qué?, ¿con qué consecuencias?, ¿y para quién?.
El único antídoto verdadero para la pobreza es una sociedad que no produzca más exclusión.
Miseria y hambre no son un fallo técnico. No se superarán con el descubrimiento de una nueva
máquina, ni con los mecanismos de mercado. La utopía de la conquista de la dignidad humana
mediante grandes promesas tecnológicas se ha agotado. Significa decir que la democratización del
progreso debe estar inscrita en el tiempo presente. Y no quedarse eternamente en una promesa
futura. El desarrollo no es un destino marcado, sino una composición delicada de elecciones y
posibilidades. La vida humana es sagrada.
Luiz Inácio
Lula
da Silva
Premio Príncipe de
Asturias de Cooperación
Internacional
2003
Luiz Inácio
Lula
da Silva fue
presidente de la República de Brasil
desde 2003 a 2010.
Fragmento del discurso ofrecido
con motivo de la entrega del Premio
Príncipe de Asturias de Cooperación
Internacional el 24/10/2003.
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