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Discursos  

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Discurso de Su Alteza Real el Príncipe de Asturias durante la ceremonia de los Premios Príncipe de Asturias 1987.

La dinámica tradición de estos Premios, que me honran al llevar mi nombre, se renueva y enaltece una vez más en la edición de 1987, con la presencia de sus majestades los Reyes y con la de cuantos os habéis hecho acreedores de nuestro reconocimiento y admiración por vuestros amplios mensajes de creatividad, de dedicación y de energía intelectual.

Nuestra familia ha crecido. se ha extendido y popularizado desde los tiempos fundacionales de estos galardones, cuya fama y prestigio alcanza ya los confines más lejanos.

Fue en 1981 cuando en este mismo lugar pronuncié mis primeras palabras en público. Recuerdo muy bien mi inquietud de aquellos instantes, al dar la enhorabuena a las insignes personalidades entonces premiadas. Una inquietud natural cuando iniciaba un comprometido aprendizaje de las tareas que me corresponden.

Y he de decir que esta Fundación, con su proyección extraordinaria y con su abierta incitación a las actividades creativas, al trabajo y al ejercicio de las facultades morales más selectas, constituye uno de los fundamentales puntos de refrendo para mi conducta.

En esta ocasión, fruto de la vitalidad que orientó la creación de estos Premios, se ha extendido la distinción al mundo del deporte. Precisamente Juan Antonio Samaranch, Presidente del Comité Olímpico Internacional, sugirió en este mismo acto el pasado año la creación de este Premio que incluye un protagonismo juvenil en el conjunto de las facetas que son objeto de recompensa. Y el ahora galardonado, el gran campeón Sebastian Coe, viene a simbolizar la nobleza y el espíritu de exigencia que es connatural al atletismo

Bienvenido seáis, pues, a este equipo de ases de las Humanidades, Las Letras, Las Artes, La Comunicación, La Paz, La Concordia, La Solidaridad y La Cooperación con Iberoamérica, que se releva cada año en este escenario de esta Asturias que siempre sabe superarse a sí misma.

Todos los premiados, sus vidas y sus obras, nos invitan a ser mejores en nuestras actividades. Los ideales de los hombres y de las sociedades no pueden limitarse a grandes declaraciones conceptuales y filosóficas, porque si se quedasen en la pura retórica carecerían de toda utilidad.

La Ciencia, la Poesía, La Técnica, el Progreso en suma, se hacen día a día, hora a hora, minuto a minuto. Constituyen el fruto de vigilias y esfuerzos, de una tarea personal y colectiva permanente en la que -como en las pruebas deportivas- hay que superar la fatiga y el desaliento.

Ese es el mensaje que de estos Premios se deduce. Desde las exigencias de mi vocación de españolidad y no de las virtudes en las que soy siempre aprendiz, puedo incitar a las generaciones juveniles a recoger el testigo del progreso que las personalidades premiadas nos estáis entregando hoy aquí con vuestro ejemplo.

Los Premios de la Fundación Príncipe de Asturias son también una llamada, como un impulso hacia la consecución de una mayor unión entre España y los países iberoamericanos; como un estímulo para lograr objetivos de paz y de concordia en el mundo, a través del arte y de la ciencia, representadas por quienes estáis dispuestos a dar lo mejor de vosotros mismos como aportación espiritual de nuestro tiempo.

Asturias, a la que tan unido me siento, afirma de nuevo en este acto su vinculación a aquellos países, su identificación con cuanto afecta a la cultura y su apoyo a estos Premios que, cada vez más prestigiados internacionalmente, han de redundar en beneficio de este Principado y de España entera.

No quiero dejar de referirme en esta oportunidad, a una circunstancia importante que se ha producido en la vida de esta Fundación y que se refleja en una doble vertiente: la dimisión como Presidente de Pedro Masaveu y el nombramiento de Plácido Arango para ocupar dicho cargo.

Al lamentar que hayan sido motivos de salud los determinantes de aquélla, quiero expresar mi agradecido recuerdo a quien estuvo con acierto y generosidad al frente de esta entidad desde los primeros tiempos. Y hago llegar al nuevo Presidente, la seguridad más que la esperanza, con que todos confiamos en que sus acreditadas cualidades y su interés por cuanto a Asturias se refiere, produzcan los mejores frutos en el futuro que ante la Fundación se abre.

Yo pido en estos momentos para la Fundación toda la ayuda que en cualquier sentido se le pueda proporcionar, porque tengo la certeza de que con sus actividades va a contribuir cada vez más, directamente o en colaboración con las autoridades y organismos oficiales del Principado de Asturias, a enaltecer esta región que queremos tanto.

Mi enhorabuena cordial a todos los premiados, así como a los miembros de los jurados que con tanto acierto han tomado sus decisiones.

Entre los nombres de Camilo José Cela, que distingue al Premio al ser distinguido con él; del ya citado Sebastian Coe; de Pablo Rudomín y Jacinto Convit, de Juan José Linz y Eduardo Chillida; de la comunidad Villa El Salvador o de los periódicos colombianos El Espectador y diario El Tiempo, cuyos méritos han sido recogidos en las citas correspondientes, permitidme que dedique un saludo muy cordial a Javier Pérez de Cuéllar y celebre vivamente que pueda estar hoy presente entre nosotros. La importante labor que desempeña como Secretario General de las Naciones Unidas, en la búsqueda de esa difícil pero posible paz a que el mundo aspira, y sus esfuerzos en pro de la cooperación iberoamericana, distinguen a esta personalidad internacional que será desde ahora Premio Príncipe de Asturias.

Y permitidme que termine expresando mi orgullo y satisfacción por estar hoy aquí, con el Rey y la Reina y con todos vosotros.

Muchas gracias a mis padres por honrar este acto con su presencia, como signo de su interés por la Fundación y de su apoyo incondicional al nuevo Presidente.

Muchas gracias a todos los presentes que, como en años anteriores y si Dios quiere en los venideros, me brindáis en estos momentos la oportunidad de seguir aprendiendo y de vivir intensamente la transcendencia de este acto.

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