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Discurso de Su Alteza Real el Príncipe de Asturias durante la ceremonia de los Premios Príncipe de Asturias 2008

Con la honda emoción que sentimos al celebrar cada año esta entrega de nuestros Premios y con la satisfacción y la alegría de tener entre nosotros a personas e instituciones merecedoras del más universal reconocimiento, nos reunimos nuevamente en Oviedo, capital de esta querida tierra de Asturias. Una tierra y una ciudad que nos acogen siempre cálida y generosamente, y que vuelven a ser el faro desde donde se iluminan, en un día como este, los más generosos sueños, los más sentidos deseos de concordia y de progreso para los hombres y mujeres de la Tierra.

A nuestros galardonados, que con su obra y su ejemplo hacen más esperanzada y más rica la existencia humana, les damos nuestra más cordial enhorabuena. A las personalidades, representaciones institucionales, y a todos los que han querido acompañarnos para engrandecer esta gran celebración cultural, nuestra gratitud más profunda.

Además, a quienes han venido de fuera de España les damos la bienvenida a este hermoso Principado de Asturias, cuna de gestas históricas, de creaciones culturales únicas y privilegiado espacio natural que los asturianos han sabido conservar y acrecentar.

Damos las gracias, también de modo especial, a quienes nos ayudan a hacer posibles nuestras aspiraciones. A los gobiernos de España, de Asturias, al Ayuntamiento de esta ciudad, a los patronos y protectores de la Fundación, a los componentes de los distintos Jurados, a los medios de comunicación, a los asturianos, que con tanto cariño acogen nuestras iniciativas, y a muchas personas anónimas que nos alientan en nuestro trabajo, y se sienten solidarias con nuestros altos fines.

La cooperación de todos ellos ha logrado la brillante trayectoria que desde hace casi treinta años han dibujado nuestra Fundación y sus Premios. Ese éxito no es para nosotros una meta, por muy alta que sea, sino un estímulo para llegar más allá pues, como decía don Quijote, preferimos caminar aun antes de que amanezca. Y hemos querido hacer nuestro camino -ya largo- con humildad, procurando también que en todo momento nos guiase la prudencia, que, como dice una cita milenaria, es luz cuya claridad no anochece.

En ese camino la Fundación ha vivido un relevo en su Presidencia. Agradecemos a Matías Rodríguez Inciarte, su ilusión por conducirnos hacia el futuro con la confianza que le da admirar nuestra trayectoria. Precisamente en ella, queremos hoy rendir un profundo homenaje de gratitud a nuestro querido José Ramón Álvarez Rendueles, que en la estela de sus predecesores Plácido Arango y Pedro Masaveu, nos ha presidido durante los últimos doce años con gran entrega, generosidad y lealtad.

Me gustaría ahora dedicar unas palabras a nuestros galardonados, que son los verdaderos protagonistas de este acto solemne que organiza y convoca cada año nuestra Fundación, a la que vemos como una fábrica de sueños que se van realizando al servicio de España, pues la grandeza de una Nación se mide también por lo que entrega generosamente al mundo para hacerlo mejor, para luchar contra todas las formas negadoras de la esperanza en el ser humano y en su futuro.

La música ha sido concebida siempre como una de las artes superiores, poseedora de un gran poder transformador, no sólo por ser la expresión de lo bello, sino también porque es, sin duda, el arte que se halla más cerca de la armonía, el más sublime medio para transmitir sentimientos y comunicar emociones. Porque es muy cierto, como se ha dicho de mil maneras, que la misión del arte trasciende el horizonte de lo estético para proyectarse con fuerza a otros campos como la formación humanística, la promoción social y el compromiso ético. El bien y la belleza, como nos dejó escrito Octavio Paz, son inseparables. Ejemplo de todo ello es el Sistema Nacional de Orquestas Juveniles e Infantiles de Venezuela, que ha recibido el Premio de las Artes.

Millones de personas en el mundo sentimos a diario el efecto benéfico de la música, su facultad para unir, para liberar los corazones, para emocionar. Estas capacidades se hacen realidad en estas jóvenes orquestas. Pero además, y como ha dicho su creador, el compositor José Antonio Abreu, sus beneficios, que se extienden a toda la sociedad, son particularmente muy visibles en la juventud venezolana, al hacer crecer en ella, con fuerza incontenible, los sentimientos de solidaridad y autoestima.

Así, el Sistema, que ha dado formación musical a centenares de miles de niños, muchos de ellos víctimas de la pobreza, el desarraigo y la marginación social, ha hecho realidad los retos más difíciles que en su día se planteó el maestro Abreu. Por recordar ahora un solo ejemplo, subrayamos el de Gustavo Dudamel, uno de sus alumnos más señalados y aventajados que, hoy con sólo 27 años, ha sido ya director de importantes orquestas del mundo. Todo un símbolo de lo que la música y el trabajo hecho con fe, sacrificio y entrega pueden llegar a alcanzar.

El Premio de Cooperación Internacional se ha concedido a cuatro organizaciones que lideran la lucha contra la enfermedad de la malaria en África. Se trata del Centro de Investigaçao em Saúde de Manhiça, en Mozambique, creado y dirigido por los doctores españoles Pedro Alonso y su esposa, Clara Menéndez; el Ifakara Health Institute, de Tanzania; The Malaria Research and Training Center, de Mali, y el Kintampo Health Research Centre, de Ghana.

Los datos de esta enfermedad son tan rotundos como sobrecogedores: la malaria amenaza al cuarenta por ciento de la población mundial y es endémica en más de cien países; anualmente fallecen por su causa más de un millón de personas; los niños son sus principales víctimas y está considerada una de las principales causas del subdesarrollo de África. De ahí la trascendencia de la labor que desempeñan estas cuatro organizaciones en las zonas de este continente que constituyen lo que se ha llamado "la nación de los pobres"; una nación sin fronteras geográficas, donde se asientan el hambre, conflictos de todo tipo, la enfermedad, donde, al vivir en tan trágicas condiciones, falta la libertad fundamental: la libertad de cada persona para elegir su propio destino.

En todos los continentes, en todos los países del mundo, hay rincones de pobreza. Pero África sufre, de entre todas las pobrezas, la más atroz y la más absurda. Los hambrientos de África desfallecen en un continente que también alimenta cultivos exuberantes y que alberga gran parte de las riquezas minerales y energéticas del planeta. Las cuatro beneméritas organizaciones que hoy distinguimos con especial admiración trabajan heroica y humildemente unidas, "como una pequeña familia" según ha declarado el doctor Pedro Alonso. Pero nosotros sabemos que son mucho más, que les mueve una hermosa ambición: la de erradicar el dolor, el sufrimiento; la de vencer a una enfermedad que se ensaña con los más indefensos, para ganarle definitivamente el pulso al binomio endiablado de pobreza y enfermedad que lastra el progreso - y hasta la esperanza - en tantos lugares de gran necesidad en el mundo.

El Premio de Investigación Científica y Técnica lo han recibido, por sus extraordinarios méritos, cinco científicos expertos en Ciencia de Materiales y Nanotecnología, una disciplina que trabaja con la materia a escala atómica para estudiar, diseñar y fabricar aparatos, materiales y sistemas novedosos con propiedades únicas y controladas, que son, además, fundamentales -curiosamente- para el desarrollo sostenible del planeta y para la lucha contra la pobreza y la enfermedad. Sus trabajos contribuyen de forma decisiva a la salud humana, al ahorro energético y a la utilización de nuevas fuentes de energía limpias, al tiempo que permiten afrontar fascinantes desafíos y romper fronteras tecnológicas.

Uno de los problemas más graves a los que se enfrenta la Humanidad es el de la preservación del medio ambiente y la lucha contra el cambio climático. Para ello reducir a niveles sostenibles nuestra dependencia de los combustibles fósiles, especialmente del petróleo, y frenar el amenazador calentamiento global es uno de los mayores retos científicos y tecnológicos actuales.

Los nanotubos de carbono del físico Sumio Iijima son excelentes candidatos al almacenamiento seguro del hidrógeno, uno de los combustibles ecológicos del futuro. Ultraligeros y ultrarresistentes, encuentran también aplicación en campos como la electrónica y la computación.

Las bombillas ecológicas del inginiero Shuji Nakamura, conocidas como LED, evitan la combustión de millones de toneladas de carbón y se perfilan como la luminaria del futuro. Actualmente suponen una solución muy socorrida en zonas subdesarrolladas, con pocos recursos energéticos. Estas zonas también se pueden beneficiar de los LED ultravioleta para la potabilización de forma eficiente y económica del agua, uno de los recursos naturales más escasos en algunas zonas del planeta e imprescindible para la vida.

El ingeniero Robert Langer ha querido que los materiales tengan fines médicos. Él es pionero en la denominada liberación inteligente y controlada de fármacos. Sus materiales actúan de mensajeros que viajan por el cuerpo humano transportando medicinas que han salvado millones de vidas humanas, haciendo frente a terribles enfermedades como el cáncer. Padre de la ingeniería de tejidos, ha utilizado también sus revolucionarios biomateriales para el crecimiento controlado de órganos artificiales.

Al químico George Whitesides le debemos ingeniosas y eficientes técnicas de fabricación en ese mundo de lo infinitamente pequeño. Emulando a la Naturaleza, ha encontrado las condiciones adecuadas para que átomos y moléculas se autoensamblen y los materiales se fabriquen a sí mismos. Por otra parte, su litografía blanda se comporta como una poderosa nanoimprenta, capaz también de dirigir esa sutil danza de átomos y moléculas. Mediante estas técnicas es posible, por primera vez, construir cantidades significativas de materiales con propiedades nuevas y sorprendentes para fines muy específicos.

La energía solar, limpia, gratuita e inagotable, necesita para su utilización de óptimos sistemas de captura. Para ello el químico Tobin Marks ha trabajado desarrollando una nueva generación de celdas solares orgánicas, de gran eficiencia y bajo coste económico. A él le debemos también una amplia variedad de plásticos y materiales reciclables e inocuos para el medio ambiente, moduladores para la transmisión eficiente de datos y un prototipo del futuro papel electrónico.

Los logros de estos cinco científicos demuestran, una vez más, la trascendencia de la dimensión social de sus trabajos, especialmente cuando favorecen el progreso incluso de las zonas más deprimidas del mundo. Son, en definitiva, un claro ejemplo de ese apasionante y trascendental papel de la ciencia: entender cada vez más cómo funciona el mundo material, y mejorar nuestras vidas, haciéndolas más agradables o liberándolas de sufrimientos.

Sin ninguna duda, otro importante paso en el progreso tecnológico lo ha dado el buscador de Internet "Google", nuestro Premio de Comunicación y Humanidades de este año. Nacido de la inteligencia, los sueños y los deseos de dos jóvenes, Sergey Brin y Larry Page, que se habían conocido en la Universidad de Standford, se ha convertido en un instrumento fundamental para el desarrollo de la cultura humana.

Desde la más remota antigüedad, los seres humanos hemos buscado la forma más eficaz y rápida de comunicarnos. Los más hermosos monumentos, las bibliotecas legendarias, las diversas técnicas de escritura y de edición, los medios de transporte, todas son formas de convertir en realidad el ansia de transmitir y recibir información y conocimientos, el anhelo de explicar y entender el mundo. Google es una forma nueva, eficaz y extraordinariamente rápida de lograr ese sueño, poniendo en segundos, al alcance de millones de personas, un inmenso caudal de información. La creación de Google Earth y el buscador de libros están poniendo progresivamente también a nuestro alcance los más remotos rincones de la Tierra y la producción intelectual de siglos de civilización.

Es también por ello, y sobre todo, un instrumento útil en la lucha contra el subdesarrollo, y así lo ha reconocido la UNESCO, que ha emprendido de forma conjunta con Google el llamado Proyecto de Alfabetización. Sus responsables han afirmado, con razón, que sienten un profundo orgullo al comprobar cómo Google, que nació del deseo de ayudar a las personas a encontrar información, se utiliza además para compartir ideas, para facilitar la búsqueda de soluciones a la incultura, la ignorancia y la falta de información.

Se ha concedido el Premio de Ciencias Sociales al escritor búlgaro de nacimiento y francés de adopción Tzvetan Todorov, excelente lingüista, semiólogo, historiador de las ideas y teórico de la literatura: un verdadero humanista contemporáneo.

Formado en la mejor escuela francesa, aprendió a ver en los textos el sutil tejido que los cohesionaba, que les daba sentido, hecho de una larga tradición literaria, mezcla de origen culto y popular. Su infinita curiosidad le llevó también a indagar en el terreno histórico, reencontrándose allí con otro de sus campos de investigación: los signos, la comunicación, los mecanismos del lenguaje. Una excelente prueba de ello son sus estudios sobre el descubrimiento de América, al que define como el encuentro más asombroso de la historia de la Humanidad, el momento en el que los hombres descubren la totalidad de la que forman parte.

Son muy sobresalientes y sugestivos también sus estudios sobre esa gran cumbre del pensamiento de Occidente, sobre la Ilustración, para ensalzar su espíritu y sus luces, situarla en nuestro tiempo y reivindicarla como seña de nuestra identidad europea. Una identidad que él la afirma también como basada en la renuncia a la violencia, en el perdón, en la reconciliación y en la vida en común. Su condición de "hombre desplazado", víctima en su país de la larga noche del totalitarismo, le permite tener una perspectiva alejada de todo sectarismo e imposición ideológica y estar convencido de los beneficios de la proximidad de los otros, de los que no piensan de la misma forma.

Todorov afirma que la inmigración es siempre una fuente de riqueza, de dinamismo y de energía. En España conocemos bien el fenómeno migratorio y, dentro de ella, en esta tierra, que ha sido espacio de emigración durante siglos. Pero al referirnos a esa afirmación, queremos expresar el profundo dolor que sentimos cada día al ser testigos de la tragedia de tantas mujeres y tantos hombres que intentan cruzar las fronteras huyendo de la pobreza y de la falta de oportunidades, con la esperanza de encontrar una vida mejor, a la que todo ser humano tiene derecho.

Un drama que nos conmueve y que provoca en nosotros, angustia y tristeza, sobre todo cuando vemos que en muchas ocasiones viajan niños que a veces llegan moribundos y en cuyo corazón, como escribió Camus, es posible que pueda caber todo el dolor del mundo.

La canadiense Margaret Atwood, considerada una de las escritoras más importantes de nuestro tiempo, ha recibido el Premio de las Letras. Poeta, narradora, ensayista y original conferenciante, con su dominio del arte de escribir, asentado en un profundo conocimiento de los clásicos, ha creado bellísimas obras que a la vez están hondamente comprometidas con la realidad social y con la defensa del humanismo. En sus versos se mezcla la emoción lírica con un profundo compromiso ético, inseparable siempre de la gran literatura. En sus escritos en prosa se advierte su condición de finísima observadora de las relaciones humanas y, al mismo tiempo, de luchadora contra la injusticia social.

Firme defensora de la libertad de expresión, es asimismo una fiel aliada de la preservación de la naturaleza, a la que evoca en páginas llenas de intensidad y de fuerza crítica. Particularmente importantes y originales son sus ideas sobre el feminismo, sobre el que ha escrito desde posiciones siempre independientes y al que ha dedicado ensayos muy lúcidos, alentando y celebrando las legítimas y prometedoras conquistas de la mujer, y advirtiéndonos a la vez de los peligros que suscita la posibilidad de que esos logros caigan en la pobreza de lo tópico.

En su rica obra literaria, que siempre ha querido que sea transparente como el cristal, divertida y cercana a la comprensión del lector, va de la alegoría a la parodia, de la expresión llena de emoción poética al ataque certero con agudo ingenio contra la intolerancia. Su conciencia libre le permite enfrentarse a la injusticia en todos los ámbitos, y la combate con su palabra sutil, sugerente, alejada de cualquier dogmatismo.

Por todo ello, gracias a su honradez intelectual, a su independencia de juicio, se ha convertido en una referencia moral para muchas mujeres y hombres de todo el mundo.

El pasado 3 de septiembre recibimos con gran alegría la noticia de que el Jurado le había concedido a Rafael Nadal el Premio de los Deportes. Sobre este escenario, en años anteriores, hemos entregado el galardón a otros deportistas con deslumbrantes carreras y acostumbrados a la gloria. Y les hemos elogiado por su espíritu de sacrificio, por sus cualidades excepcionales, Pero, también, por sus valores humanos. Hoy nos acordamos especialmente, con cariño y preocupación de Severiano Ballesteros, que como él ha dicho está jugando el partido por la vida misma.

Aquellas cualidades y valores los vemos en Rafa Nadal, que nos admira con cada victoria, porque además, en todas hace gala de una humildad, de una sencillez, que tan sólo los más grandes son capaces de sentir de esa manera. Pero nos admira aún más que nunca se olvida de los que sufren, de los que luchan contra el dolor.

Porque Nadal es, además de un tenista genial, un gran ser humano, un joven agradecido. Nunca deja de resaltar con el más profundo cariño la influencia fundamental en su vida de su familia, de sus abuelos, de sus padres, de sus tíos, de su tío Toni, que es mucho más que su entrenador. Ellos han sabido guiarle por la siempre difícil senda del éxito, animándole a ir de la mano de la autenticidad, de la sencillez y de la grandeza de espíritu.

Ha afirmado Rafa que lo importante no es ser buen deportista, que lo importante es ser buena persona. Y ha demostrado ser ambas cosas, pues desde la cima y con sus laureles, es solidario y además, se siente siempre feliz con los éxitos de sus compañeros de otras disciplinas, como recientemente expresó con júbilo en los Juegos Olímpicos de Pekín y en campeonatos como la Copa de Europa de fútbol o de baloncesto.

Su comportamiento y sus sentimientos son un gran estímulo para los niños y los jóvenes, quienes, además de seguir con entusiasmo sus éxitos deportivos, aprenden de él su actitud caballerosa y llena de generosidad. Quizá este sea uno de sus mayores logros, pues, desde lo alto del pódium, resalta los aspectos más emotivos y pedagógicos del deporte, como cuando, con legítimo orgullo, dice que ser español es para él una motivación extra. "Ganar" -ha afirmado- "siempre es mucho más bonito cuando juegas por tu país".

Por su sereno patriotismo, por su fortaleza ante la dificultad, por sus triunfos, por su humildad y por su ejemplo, Rafa Nadal se ha ganado para siempre la admiración de todos dentro y fuera de España.

Aún hoy sentimos con emoción el inmenso alivio y la alegría que nos conmovió allá por el mes de julio cuando supimos del final del largo y tortuoso cautiverio de Ingrid Betancourt. Al entregarle hoy este Premio de la Concordia, reconocemos en ella a una persona que, como afirma el Acta de concesión del jurado, "personifica a todos aquellos que en el mundo están privados de libertad por la defensa de los derechos humanos y la lucha contra la violencia terrorista, la corrupción y el narcotráfico". Miles de personas que, en cualquier rincón del planeta, viven de espaldas al bien inexcusable de ser libres y a las que recordamos uniéndonos a las plegarias de Ingrid Betancourt, para que nunca las abandone la esperanza.

Ingrid Betancourt, que se ha visto sometida a una durísima prueba, enfrentada súbitamente a la indefensión, a la humillación, al dolor físico y psíquico, lucha ahora para dejar atrás definitivamente aquellos años de sufrimiento y de miedo, y nos dice que la respuesta a la venganza es la compasión; que se puede responder con razones a la sinrazón, y que la esperanza y el amor a la vida logran abatir las barreras más temibles de crueldad y de odio.

Unos hermosos versos de Salvador Espríu rezan así:

Los hombres no pueden
nunca ser
si no son libres,

Es cierto: los seres humanos no podemos vivir sin libertad. Sobrevivimos sin ella, pero no vivimos con plenitud. Esta es la lección más profunda que podemos extraer de la experiencia de Ingrid Betancourt. Y quienes tenemos la fortuna de poder denunciar situaciones tan injustas y tan duras, debemos defender la dignidad, la felicidad y el bienestar del ser humano en libertad. Por todo ello, reconocemos esta tarde su heroica resistencia, su victoria, la ausencia de rencor en su corazón, la grandeza de su ánimo.

Quisiéramos asimismo recordar con cariño a las catorce personas que compartieron con ella su liberación, llevada a cabo de un modo impecable y valiente por las Fuerzas Armadas colombianas a las que felicitamos y a las que animamos en su trabajo sufrido y arriesgado. Animamos también a los gobiernos que, como el de nuestra hermana Colombia, trabajan por la consolidación del sistema democrático, las libertades cívicas, la convivencia pacífica y el final definitivo de problemas tan injustos y graves para la seguridad y la salud; para la estabilidad regional y las necesidades de desarrollo económico y social.

Señoras y Señores,
A lo largo de estos años, muchos de nuestros premiados nos han alertado sobre los retos a los que la Humanidad se enfrenta en estos comienzos del siglo XXI. Y muchos nos han hablado con lucidez y preocupación sobre distintos aspectos de un proceso en el que llevamos inmersos varias décadas: la Globalización, que ha impulsado el acercamiento imparable de las Naciones hasta formar una auténtica aldea global, en la que -más que nunca - compartimos el futuro de nuestros destinos y las consecuencias de nuestras acciones.

En este marco, aprovechemos las oportunidades que nos ofrece la universalización de los sistemas de comunicación y transmisión del conocimiento. Trabajemos unidos para estabilizar y sanear, cuanto antes, el sistema financiero internacional. Busquemos entre todos encauzar correctamente la presión del desarrollo humano sobre el medio ambiente de nuestro planeta. Hagamos frente solidariamente a los desastres naturales y a las grandes emergencias. Y unamos nuestros esfuerzos para luchar con eficacia y mediante los instrumentos del Estado de Derecho contra el terrorismo, y contra todas las formas de crimen organizado.

Estas realidades globales del mundo interdependiente en el que vivimos afectan a aspectos esenciales de nuestra existencia y condicionan nuestra libertad, progreso o bienestar. Y, por ahora, carecen de soluciones globales eficaces. Hemos oído reivindicar, desde este mismo escenario, la necesidad de respuestas colectivas a muchos de los retos mencionados; y sin embargo, pese a su importancia y aun reconociendo el valor y el esfuerzo de muchas iniciativas de distinto signo y origen, no se han abordado con la necesaria convicción, celeridad y contundencia.

La reciente crisis financiera ha puesto de relieve tanto la verdadera amplitud y profundidad de ese proceso, como la necesidad urgente de superar los grandes riesgos y desafíos que plantea esta comunidad global que estamos construyendo. Revela lo imprescindible que resulta para las sociedades y los Estados tomar conciencia de la necesidad de que las instituciones ordenen y regulen la globalización; en definitiva, para ofrecer mayor confianza y esperanza a todos los habitantes del planeta.

La gestión de este proceso requiere un gran esfuerzo de cooperación y concertación mundial. Precisa de un impulso, equilibrado y respetuoso con las responsabilidades de los Estados, al tiempo que audaz, para que podamos hacer frente con determinación y visión de futuro a los retos que plantea. Para que así también se puedan aprovechar mejor las ventajas que nos proporciona a todos este nuevo escenario mundial.

Las tres últimas décadas son la muestra evidente de la voluntad de España de construir su futuro sobre la solidez de los valores democráticos y de situarse activamente en el escenario internacional. Sobre esas bases, estoy convencido de que España está decidida a contribuir a ese gran esfuerzo multilateral para encauzar el proceso de globalización.

Y por ello y al hablar de nuestro país me gustaría terminar mis palabras, evocando otros acontecimientos importantes que también cambiaron para siempre el rumbo de nuestra historia y que tuvieron gran influencia en muchos lugares del mundo. Este año conmemoramos el bicentenario de la Guerra de la Independencia y el 30 aniversario de nuestra actual Constitución; y además, estamos ya preparando los bicentenarios de la Independencia de las Repúblicas hermanas de América y de la Constitución de Cádiz, la primera Constitución liberal de lo que hoy llamamos Iberoamérica.

Todos ellos, de forma pacífica o con muy duros sacrificios, fueron caminos emprendidos en busca de la libertad y la justicia, pasos trascendentales en la evolución hacia una sociedad avanzada y democrática, gobernada bajo el imperio de la Ley. Son también, como todos los grandes acontecimientos históricos, ejemplos para el futuro. Los españoles, y sobre todo los más jóvenes, debemos meditar sobre ellos y aprender de los errores, de los fracasos, de las glorias y de los éxitos, para no repetir nunca más aquello que nunca debió suceder y para ensalzar todo lo bueno, lo que nos ha transformado en una gran nación: en la España democrática, diversa, plenamente integrada en Europa, dueña de su destino, y de la que tan orgullosos nos sentimos.

España está en el ayer, en su gran historia, pero, sobre todo, está en el mañana. Por ello, estas lecciones del pasado y las nieblas que suelen interponerse ante la mirada al futuro, no pueden impedirnos ver con claridad que estamos ante un mundo nuevo, muy distinto al del siglo XX, más ancho y más complejo, con nuevos y poderosos interlocutores, que anuncia profundas modificaciones en el modo con el que hasta ahora lo hemos concebido, vivido y administrado.

Como toda época de transición y de cambios tan rápidos y profundos, la actual está repleta de riesgos y de incertidumbres, pero también de oportunidades y de esperanzas. No es un viaje rutinario el que tenemos ante nosotros. Adentrarse en ese nuevo tiempo exige -más que en cualquier otra ocasión- acierto en el rumbo y firmeza en su conducción; y requiere de una decidida voluntad común basada en la solidaridad entre todos los españoles que les ilusione, de confianza y seguridad. Es un viaje para el que es imprescindible que todo ese esfuerzo se sustente en las fuentes del humanismo y de la ética, que alimentan lo mejor de la vida humana.

La historia también nos enseña que una de las claves del progreso de la humanidad es la capacidad de las personas y de las sociedades para adaptarse a los avances tecnológicos. Por eso, tenemos que ser conscientes de que la educación de nuestros jóvenes y la formación de nuestros ciudadanos forman uno de los ejes principales de nuestro futuro bienestar. Una educación actualizada permanentemente, con una visión universal y basada en el esfuerzo, en el trabajo bien hecho, y en la conexión eficaz con el mercado laboral.

Asimismo, la innovación, la investigación científica y las nuevas tecnologías deben estar en la raíz misma de nuestro tejido productivo, asegurando la competitividad de nuestras empresas en el mercado global donde desarrollan hoy su actividad. Pues solo así, en esta Sociedad del Conocimiento en la que ya vivimos, se creará y distribuirá riqueza y se generará empleo, una de las mayores preocupaciones de los españoles.

Este es, por ello, más que nunca el momento de pisar el terreno firme de los grandes principios y valores que son el alma y la razón de ser de nuestros Premios. Aquellos que apoyan nuestra fe en el porvenir y refuerzan nuestra determinación de construir un mundo que queremos más próspero pero, sobre todo, más sostenible y más solidario, mucho más justo y siempre libre.

Cada año, nuestros premiados enriquecen nuestras ideas y nos recuerdan la importancia del ejemplo con sus propias trayectorias. Sigamos entonces reconociendo en ellos a quienes buscan la verdad y la belleza, a quienes trabajan por la paz, el bienestar y la libertad de todos, a quienes, en fin, ayudan a construir esa ciudad siempre inacabada de un mundo mejor.

Muchas gracias.

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