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Discursos  

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Discurso de Su Alteza Real el Príncipe de Asturias durante la ceremonia de los Premios Príncipe de Asturias 2010.

Para todos los que vivimos esta Fundación y sus Premios como algo propio regresar a esta querida tierra de Asturias nos llena de orgullo. Oviedo se convierte estos días en centro de la atención cultural de España en el mundo. Y en tiempos de intenso cambio e incertidumbre, esta ceremonia nos proporciona la serenidad y el referente de unos valores que nos dan fuerza y convicción para continuar nuestra labor.

Nuestros Premios cumplen 30 años. Un camino, ya largo, que hemos hecho convencidos de que la cultura es el alma de la vida. Nos mantenemos fieles al compromiso de buscar y ensalzar la excelencia. Y con el ejemplo de nuestros premiados, alentamos la idea de que es posible una Humanidad más libre y sin injusticias ni violencias.

Y porque proclamamos que es preciso alcanzar un mundo mejor y que nuestra voluntad es luchar con fe por él, hemos defendido desde el primer momento la generosidad, la concordia, la tolerancia. Ante la obra hecha, podemos humildemente levantar la frente y comprometernos a ir cada día más lejos, pues como dijo el poeta <>.

Pues en nuestro viaje, emocionante e inacabado, nos han acompañado muchas personas que merecen toda nuestra gratitud y con las que estaremos siempre en deuda: nuestros Patronos y Protectores, por su generoso y constante apoyo, visión y afecto; los jurados, por ofrecer su valioso criterio ante la tarea de decidir; los Presidentes y el equipo, discreto y eficaz, de la Fundación, que siempre se emplea a fondo con ilusión para lograr el éxito de nuestros fines; en fin, tantas personas, algunas que lamentablemente ya nos han dejado, que han creído en esta obra y la han impulsado de muchas maneras y desde distintos lugares.

Este año se ha producido un relevo importante. Primero, quiero dar la bienvenida a bordo a la nueva Directora, Teresa Sanjurjo. En poco tiempo ha demostrado ya su identificación plena con los valores que nos animan. Su rigor, profesionalidad y eficacia, merecen toda nuestra confianza para una labor tan importante en nuestra querida Fundación.

Y también, quiero cerrar este capítulo con una mención a Graciano García. Ha desempeñado la función de Director con extraordinaria entrega, pasión y acierto, desde aquellos primeros pasos audaces, cargados de ilusión y convicción, hasta nuestra actual madurez y prestigio. Me parece justo y oportuno unirme ahora al público reconocimiento que bien mereces. Nuestro afecto y agradecimiento nos salen del corazón, y sé que siempre estarás a nuestro lado.

Fijemos ahora la atención en los galardonados de esta edición. Desde sus distintas actividades, nos muestran cómo viven y trabajan movidos por una pasión irrenunciable: la de amar la vida y conformar una realidad, más serena, más digna, más completa y más feliz para todos.

Enhorabuena por ello, gracias de corazón, y sean muy bienvenidos a nuestra querida Asturias; a esta ceremonia que cada otoño celebramos con inmensa alegría, arropados por el cariño y el apoyo de tantas personas que festejan, con nosotros, el triunfo del compromiso y el talento.

El escultor Richard Serra, estadounidense de raíces españolas, ha sido galardonado con el Premio de las Artes por haber entregado su vida a la creación de una obra de gran personalidad y belleza, de ilimitados matices, heredera de los rasgos geniales de los escultores, pintores y arquitectos más grandes de la historia, aquellos que siguieron en su tiempo la misma senda que él recorre ahora: la de la autenticidad, la de la fuerza de su pasión creadora.

Sus esculturas no son para él objetos inanimados, sino entes que hablan del tiempo, del espacio y del movimiento de las personas. Serra crea formas nuevas y, en cierto modo, reinventa la escultura. Quien se adentra en el interior de sus obras, siente el abrazo de sus paredes de metal, grandiosas, a la vez en su tamaño y en su sencillez. Armoniza la rudeza del material con la finura de sus curvas hasta provocar la sensación de estar en un laberinto, en un espacio propio, distinto y maravilloso. De ahí su magisterio.

Y ser maestro es ser, como Richard Serra, un gran artista, creador de una obra inconfundible y solemne, generosa y honrada, enraizada en la verdad, que nos invita a formar parte de ella, a vivirla con emoción.

Volvemos ahora la mirada hacia Asia Oriental, hacia una civilización milenaria de un gran esplendor artístico. Los arqueólogos que trabajan en el Mausoleo de Qinshihuang, en la ciudad china de Xi’an, han recibido el Premio de Ciencias Sociales. En el esfuerzo del equipo que ha llevado a cabo ese gran trabajo de rescate e investigación, reconocemos la tradicional y minuciosa tenacidad del pueblo chino, su pujanza y esplendor, expresados en su cada vez mayor apertura al mundo e influencia en él, y en su espectacular desarrollo económico actual.

El mausoleo, con sus miles de guerreros, objetos y otras figuras de terracota, es una metáfora de la eternidad que, sin pretenderlo originariamente, establece también un diálogo mágico con los visitantes. Desde 1979 millones de personas han podido revivir, asombrados, la historia personal, milenaria y misteriosa de un emperador que anhelaba un refugio, un lugar seguro para su viaje eterno.

El trabajo de los arqueólogos de Xi’an es de una delicadeza y de una perfección extremas, con un resultado emocionante y revelador que nos proporciona una preciosa información histórica y cultural de la China de hace más de 2.000 años, un tiempo fundamental para la civilización humana.

Sabemos que en las excavaciones arqueológicas los especialistas trabajan siempre con infinita paciencia, con precisión y esmero; y también que con cada descubrimiento late en ellos una emoción profunda. Admiramos y reconocemos esa entrega al conocimiento que se origina a veces en una mínima pieza de cerámica, vidrio o metal, con la que se confirman hipótesis y que permite reconstruir, como en un inmenso rompecabezas, la historia de la humanidad.

Alain Touraine y Zygmunt Bauman han recibido el Premio de Comunicación y Humanidades. Agradecemos con admiración el rigor y la profundidad de estos pensadores de gran altura. Dos sabios para tiempos vacilantes que han dedicado toda su larga trayectoria científica a la noble causa de explorar el mundo y hacer de él un lugar mejor para la vida humana.

Representantes ­−como afirma el acta del Jurado− de la tradición intelectual europea más brillante, sus investigaciones y trabajos abarcan campos muy diversos. Analizan y explican la extraordinaria complejidad de la sociedad contemporánea, sus grandes transformaciones, sus errores, así como las posibilidades y modos de elevar y dignificar sus estructuras sociales, económicas y culturales. Nos alertan, al tiempo, de que muchas de las viejas palabras ya no sirven para entender el presente.

El francés Alain Touraine ha trabajado sobre la sociedad postindustrial y ha reflexionado sobre los movimientos y conflictos sociales y económicos más importantes del siglo XX. Se ha interesado asimismo por Iberoamérica. Ha denunciado las dictaduras con la fuerza de las ideas. Y también ha dirigido su análisis hacia los procesos de transformación generados por la economía y la globalización, para defender los derechos humanos, la dignidad y la democracia en el mundo. Ha abordado estos temas a menudo en soledad y con una gran independencia -aunque nunca aislado- y por encima de las corrientes dominantes, lo que engrandece aún más su obra.

El polaco Zygmunt Bauman, superviviente y perseguido por el nazismo primero y el comunismo soviético más tarde, ha acuñado la expresión «modernidad líquida» -uno de los ejes de su vida intelectual- para descubrirnos un escenario totalmente desconocido, el paso de una sociedad previsible y fiable a otra indescifrable, donde el poder se diluye en el espacio global. Un tiempo que nos obliga a caminar −como ha escrito− sobre hielo fino. El hábitat natural de la vida humana −nos dice con esperanza−, es la incertidumbre, pero es el deseo de huir de ella lo que constituye el auténtico motor de nuestros empeños.

Son Touraine y Bauman conciencias críticas que nos ayudan a interpretar el complejo mundo que vivimos. Y nos proponen caminos a seguir, como abordar problemas que por ser comunes a toda la Humanidad, sólo tienen soluciones globales.

Europa es también uno de los ejes de sus reflexiones, y ambos lamentan su caminar, a veces lento y titubeante, pues están convencidos del papel tan importante que tiene que desempeñar en el mundo. En él Europa debe realizar, tal vez su aventura más grande: la de proteger y transmitir los valores que ha alumbrado con tanto sacrificio y que ha conseguido preservar a lo largo de siglos de historia. Los valores del humanismo, la libertad, la fraternidad y la tolerancia.

Tres neurobiólogos admirados en todo el mundo, David Julius, Linda Watkins y Baruch Minke, han recibido el Premio de Investigación Científica y Técnica. Esa misma emoción del artista y del arqueólogo ante la obra nueva, ante el nuevo hallazgo, está también muy presente en la labor que ellos llevan a cabo con sus equipos. Se adentran en la complejidad del sistema nervioso y buscan soluciones para paliar el dolor físico, que de forma aguda o crónica, afecta tantas veces y de forma tan grave al ser humano.

Los tres doctores galardonados son referentes mundiales de la Neurobiología sensorial. Sus logros ilustran las posibilidades de la biología molecular y de la investigación neurocientífica actual, disciplina que comenzó a fructificar en España con nuestro Santiago Ramón y Cajal, lo que nos llena de legítimo orgullo.

Baruch Minke ha descubierto unos “sensores biológicos” que adaptan y regulan el flujo de información proveniente de nuestros sentidos, información que viaja hacia nuestro cerebro donde es percibida en forma de sensaciones. David Julius ha identificado algunos miembros importantes de esta familia, ligados a neuronas específicas, que están involucrados en la detección de estímulos nocivos y la percepción de la temperatura y el dolor. El trabajo de Linda Watkins revela que células consideradas durante mucho tiempo como mero soporte de la neurona también contribuyen a transmitir sensaciones dolorosas cuando se produce una lesión.

Las aportaciones de los doctores Julius, Watkins y Minke cobran aún mayor importancia cuando se las contempla en su conjunto, pues permiten, por primera vez, la búsqueda de analgésicos selectivos y específicos para cada tipo de episodio doloroso. Se aumenta así el beneficio terapéutico y se minimizan los efectos secundarios. Con su trabajo, la Medicina cobra una nueva dimensión en su anhelo de prolongar la vida de las personas y aumentar al mismo tiempo su calidad. De la mano de estos tres destacados científicos, la Ciencia ha dado un paso de gigante.

Pero los grandes avances de la medicina también deben mucho al espectacular progreso de la cirugía. Los trasplantes de órganos son, en este sentido, uno de los más eficaces testimonios de esa progresión constante. Por ello, nos felicitamos por la concesión de nuestro Premio de Cooperación Internacional a dos organizaciones, la Transplantation Society y la Organización Nacional de Transplantes de España, que tienen un mismo y hermoso fin: salvar vidas humanas gracias a la generosidad que supone la donación de órganos y a desarrollados sistemas de cooperación entre especialistas, centros médicos y de investigación, organismos internacionales y países. Les agradecemos su entrega a un trabajo tan admirable y necesario.

Con casi 35 donantes por millón de personas, lo cual duplica la media de la Unión Europea, la Organización Nacional de Transplantes ha situado a España en el primer puesto mundial de trasplantes. De ello nos sentimos muy orgullosos. Ya podemos hablar de un modelo español de trasplantes que incluso ha adoptado como suyo la Unión Europea y que se ha exportado con éxito a países de Iberoamérica.

Nos sentimos honrados, asimismo por el reconocimiento internacional que recibe ésta organización y que supone un poderoso estímulo para la sociedad española y para su Administración sanitaria y comunidad científica.

Por su parte, la Transplantation Society, con más de 4.000 miembros en todo el mundo, es la organización internacional líder en diversos aspectos relacionados con los trasplantes en humanos, como son los farmacológicos, médicos, de investigación o formativos. Nuestro premio reconoce su labor que, desde 1966, estimula y promueve las donaciones de órganos, establece las guías de práctica clínica, estimula asimismo avances en la educación y la investigación científica y vela para que el ejercicio de la tarea se atenga a rigurosas normas éticas.

Hay dos cuestiones fundamentales que hoy debemos destacar en las que estas dos organizaciones juegan un papel fundamental: la primera de ellas, la lucha contra el tráfico ilegal de órganos. Nos negamos a aceptar que continúe existiendo una práctica tan degradante y cruel, frente a la que sólo cabe demandar soluciones e intensificar las acciones legales que terminen con ella para siempre.

La segunda es, felizmente, la contraria. El reconocimiento y la gratitud inmensa hacia los donantes y sus familias que nos dan a todos una hermosa lección de generosidad y de entrega. Con su ejemplo ayudan a millones de personas y dignifican a los seres humanos.

Apoyamos a las dos organizaciones cuando insisten tanto en la necesidad permanente y urgente de donaciones y en su petición de que éstas aumenten. Son aún muchísimas las personas que están esperando un trasplante para salvar sus vidas.

Damos las gracias por su obra al escritor libanés Amin Maalouf, Premio de las Letras, en la que, además, la historia de España tiene una significativa presencia. Gracias también por convertir sus espléndidos mundos de ficción, en espacios de convivencia de las culturas; mundos en los que la belleza de las historias narradas alerta a los lectores sobre la urgencia de apostar siempre por la paz por encima de las diferencias de raza, lengua o religión. En el arte del relato, en la reconstrucción de la atmósfera que rodea la vida de sus personajes todo está puesto sutilmente al servicio de la defensa de la convivencia, y del respeto a los demás.

En sus ensayos aboga por la tolerancia y denuncia la exclusión que nace del uso de la propia identidad como arma. Subraya también cómo todos nosotros formamos parte de la aventura humana. Y que la herencia de nuestros antepasados, debe mezclar sus aguas con las vivencias contemporáneas. Para Maalouf la diferencia debe enriquecer, sumar, y nunca aislar o excluir.

Y proclama la primacía de los valores de la cultura y de la enseñanza como objetivo crucial para este siglo al que −asegura− hemos entrado sin brújula con la que orientarnos. La cultura, para proporcionarnos las herramientas intelectuales y morales que nos permitan saber más y desarrollar una vida interior más sugestiva y floreciente. Y la enseñanza, para comprender y valorar positivamente la riqueza de la diversidad humana de modo que se traduzca en una convivencia armoniosa y no en tensiones que generen violencia. Porque, como él dice, en este siglo no hay ya forasteros sino compañeros de viaje.

En la noche del domingo 11 de julio de este año, España vibró emocionada, ante un acontecimiento largamente soñado: nuestra Selección de Fútbol logró el título de Campeona del Mundo, limpiamente y superando momentos muy difíciles. Por esta razón, y por haber dado un gran ejemplo deportivo y humano durante el largo camino hasta llegar a esa cumbre excepcional, ha sido reconocida con el Premio de los Deportes.

Hasta lograr la victoria final, nuestro equipo puso de manifiesto esos valores por los que tan justamente ha sido alabado en todo el mundo: voluntad y tesón, máxima deportividad, humildad, y un juego en el que los rasgos colectivos del fútbol se engrandecían con la ilusión, el talento y la belleza. Toda una lección para los cientos de millones de personas que siguieron en todo el mundo aquellos días intensos, de algo más que deporte y futbol, que los españoles nunca podremos olvidar.

En años anteriores he destacado desde esta tribuna los grandes valores que lleva consigo el deporte y, de manera muy especial, el estímulo que supone para los jóvenes. Pues bien, este año, la ejemplaridad de la Selección Española de Fútbol es también el mejor regalo que vosotros, seleccionador, jugadores, equipo técnico y Real Federación, les habéis ofrecido. No sólo les habéis enseñado lo que se consigue con la noble lucha deportiva, manteniendo la voluntad y el esfuerzo hasta el último minuto del último partido. También les habéis recordado cómo, con unión y compañerismo, con nobleza y confianza, se superan las caídas y las pruebas de la vida diaria. Sin perder nunca la esperanza ni la templanza cuando hay que luchar cotidianamente, cada uno en la tarea que nos corresponde.

Habéis formado un grupo excepcional: un seleccionador, Vicente del Bosque que aportó sosiego, discreción y humildad, además de una decisiva contribución técnica. Y un conjunto de jugadores, en los que la calidad futbolística rivaliza a la máxima altura con la humana. Pertenecéis a una formidable generación de deportistas españoles en tantas disciplinas y modalidades que nos ha convertido en una potencia mundial del deporte. Sois la España joven, ambiciosa y capaz, sin complejos ni renuncias; una demostración de que la juventud española actual está preparada para aspirar a las máximas metas.

En esos días, además, en las calles, plazas y casas de nuestros pueblos y ciudades nos hicisteis sentir la emoción y el orgullo de ser españoles. De pertenecer a una gran Nación.

Por todo ello, os expresamos hoy nuestro agradecimiento, y con este galardón, además de la admiración y los aplausos de este Teatro, os entregamos también el reconocimiento, la alegría y el aplauso de toda España.

Entregar el Premio de la Concordia a una organización como Manos Unidas, supone engrandecer nuestros galardones y lograr su significación más profunda. Manos Unidas es una institución muy querida por los españoles que nació hace 50 años cuando un grupo de mujeres de Acción Católica respondió a la campaña contra el hambre que había emprendido la FAO.

Con el paso del tiempo, 40.000 voluntarios, 71 delegaciones, programas de acción en países de África, América y Asia, apoyo a centenares de proyectos,… son algunos de los datos que avalan las actuaciones de Manos Unidas. En sus fines es donde se pone de relieve el necesario y útil humanismo de esta institución: la lucha sin cuartel contra el hambre y la pobreza, la labor paciente en favor de la educación de los más desposeídos, la promoción social de las personas, la especial atención a la mujer, el desarrollo agrícola y la atención sanitaria.

Hoy también queremos hacer patente nuestro agradecimiento a tres valiosos grupos de personas con los que cuenta esta institución y que la engrandecen extraordinariamente: los misioneros que dedican su vida a tantas gentes sumidas en el mayor abandono. Los voluntarios, en cuya acción aflora lo mejor del comportamiento de los seres humanos. Y los colaboradores, que con su ayuda permiten que se materialicen estas ansias de entrega a los demás que caracterizan la labor de Manos Unidas.

Siempre en esta ceremonia nos encontramos con esa hermosa y significativa palabra, concordia, que lo resume todo de manera ideal, que atrae el progreso y facilita la convivencia, que hace, en definitiva, mejor a la Humanidad.

Gracias, pues, al inmenso equipo de Manos Unidas. Manos que se unen para ayudar. Manos que se unen para sanar, alimentar y educar. Manos que se unen, simplemente, para salvar. Que nunca nos falten vuestras manos unidas.

Señoras y señores, nuestros premiados nos hablan de belleza, de dignidad y sacrificio, de esfuerzo y generosidad. Nos permiten el ensalzar el valor del mérito. Destaquemos de su trabajo, de sus experiencias tan ricas y variadas, aquello que nos sea más valioso como ejemplo y guía, para mantener así la ilusión y la esperanza tan necesarias en la difícil encrucijada que vive la humanidad.

España se ha demostrado a sí misma en muchas ocasiones a lo largo de la Historia, con la admiración de todos, que sabe superar los momentos más críticos. Ahora ha de volver a hacerlo, afrontando las causas y las consecuencias de un proceso que está afectando gravemente a su economía y bienestar, cuando, a la vez, se están produciendo cambios de enorme trascendencia de orden geopolítico, económico y estratégico en el mundo entero. Y ha de volver a hacerlo confiando en su talento y en su fortaleza, con fe en nuestra capacidad de superación.

Lograremos construir así, con ilusión, una economía más competitiva y eficiente, que no rehúya el riesgo de emprender e innovar, ágil para adaptarse a los acelerados cambios que vivimos y que sea capaz de generar empleo. Una sociedad solidaria e inclusiva, en la que tantas personas sin trabajo sepan que su situación es tan sólo transitoria, nunca una desesperanza sin final.

Los tiempos de crisis nos obligan también a redefinir proyectos y modos de vida. Es en los momentos difíciles cuando los pueblos deben expresar más claramente la altura de sus ideales, su lucidez y su grandeza de ánimo. Demos un mayor vigor e impulso a nuestra vida pública. Renovemos comportamientos y cambiemos actitudes. Generemos otra vez ilusión y confianza en proyectos que nos integren y cohesionen cada día más.

Y el camino es fortalecer nuestras instituciones, porque a través de ellas se pueden y deben articular las soluciones que esperan los ciudadanos. Pero también debemos buscar la moderación donde haya habido excesos; ética donde haya habido abusos. Y actuar así con realismo, coraje y rigor a partir de la integridad, el esfuerzo y la cultura del trabajo bien hecho.

Unámonos para fortalecer esas convicciones y aprovechemos esta hora para encauzar más eficazmente todas nuestras capacidades. Lo mucho que hemos avanzado en los últimos decenios gracias a la contribución de toda la sociedad española y, especialmente, de las generaciones pasadas, debe servirnos de acicate para el futuro.

Porque esas generaciones nos enseñaron a los más jóvenes –y al mundo entero- cómo lograron hacerlo. Decía Ortega y Gasset que sólo es posible avanzar cuando se mira lejos y sólo cabe progresar cuando se piensa en grande. Está en nuestras manos demostrar que los españoles de hoy no sólo aprendimos aquella gran lección de responsabilidad nacional, sino que podemos volver a ser ejemplo de capacidad, superación y grandeza. Ellos lo consiguieron. Estoy convencido de que nosotros, que creemos en la gran realidad de España, podemos volver a conseguirlo. No tengáis ninguna duda. Yo no la tengo.

Muchas gracias.

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