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Discursos  

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Discurso de Su Alteza Real el Príncipe de Asturias durante la ceremonia de los Premios Príncipe de Asturias 1989.

Vuelvo a estas tierras de Asturias, a las que tan vinculado me siento, en una nueva edición de los Premios que honran al título del Principado, lleno de la alegría que supone el encuentro con el pueblo asturiano, con sus instituciones y con las destacadas personalidades que han merecido aquéllos.

Estoy aquí otra vez para compartir vuestra voluntad de futuro y reforzarme con la energía moral e intelectual que se genera, cada año, en esta plataforma de cultura simbolizada por nuestros entrañables galardones.

Hoy es, por lo tanto, un día de fiesta. Asturias está de gala y se alborota por ser sede del mundo de la cultura en su mejor expresión: la de la solidaridad creativa.

Es de rigor concentrar en este acto el reconocimiento popular a quienes, como los premiados, trabajáis para el progreso, la paz y la libertad. En nuestro tiempo, como en otras etapas de la historia, corremos el peligro de que estas grandiosas y sonoras palabras, si no están llenas de un contenido auténtico, se conviertan en mera retórica y pierdan capacidad de convocatoria y de estímulo.

Por eso, los Premios de nuestra Fundación son un aldabonazo real y efectivo que se produce cada doce meses, coincidiendo con el otoño de los verdores asturianos, para proclamar a los hispanos de las dos orillas del océano y a la Europa integradora e iluminadora de la civilización, que estamos aquí para reconocer los méritos de quienes se destacan en las distintas ramas de la cultura. Que estamos aquí en Oviedo, donde la Fundación del Principado viene a constituir como un puente de responsabilidad que hemos de atravesar en la ruta que nos lleva al futuro de las nuevas generaciones.

En esta misión mía de aprender a la que estoy entregado con dedicación y entusiasmo, me doy cuenta de la importancia que tiene la fija y acuciante lección del trabajo, sin el cual nada puede proseguirse. Con vuestra entrega, vosotros, escritores, científicos, sociólogos, economistas ilustres, justificáis la esperanza en un mundo mejor.

No sólo porque seguís el camino más adecuado, sino porque en el esfuerzo constante de vuestra actividad podemos apoyarnos confiadamente para vivir con optimismo.

No me corresponde a mí emplear un tono doctoral y distante. Pero con naturalidad y sinceridad he de deciros que me siento comprometido profundamente con esta labor de la Fundación del Príncipe de Asturias que fomenta la cultura y tiende a promover la unión entre los pueblos. Asturias adquiere así un carácter universal. Desde aquí hemos de luchar por la superación de las fronteras del atraso y sentirnos comprometidos con las exigencias de nuestra hora para poner las ciencias, las artes, los conocimientos de todo orden al servicio de la humanidad.

Debo, en la presente ocasión, hacer una referencia muy sentida a una persona destacada en este aspecto de la extensión de la cultura a los más variados ámbitos, a Alberto Sols, Premio Príncipe de Asturias de Investigación Científica y Técnica, recientemente fallecido, considerado como el número uno de los bioquímicos españoles y cuyos esfuerzos se dedicaron a la formación científica de los jóvenes que, atraídos por su magisterio, llegaban a su laboratorio.

Y quisiera dedicar también un recuerdo en este acto a la figura inolvidable de un asturiano desaparecido hace poco, un gran asturiano que propició desde la primer hora la Fundación Príncipe de Asturias y prestó siempre su apoyo a todas las iniciativas culturales. Su nombre está sin duda en nuestra mente y en nuestro corazón: Ramón Areces. El fue un hombre de la emigración que abrazó dos mundos y que con su trabajo infatigable, dejó una generosa obra para que sirviera de apoyo a la investigación y a la cultura en general Su laboriosidad enorgullece a Asturias y a España y constituye un ejemplo que hoy quiero resaltar con emoción.

Agradezco una vez más al pueblo asturiano y a sus autoridades; a la Fundación que lleva mi nombre y a cuantos contribuyen a su sostenimiento y consolidación; a los jurados que han llevado a cabo con acierto la selección de los premios y a quienes los han merecido en la presente ocasión, su permanente apoyo a esta gran obra que proyecta en el mundo el nombre de nuestro Principado. Y quisiera que este reconocimiento sincero y entusiasta signifique el mejor estímulo para continuar la tarea emprendida.

Quiero terminar estas palabras expresando mi honda satisfacción por la reciente concesión a Camilo José Cela, Premio Príncipe de Asturias de las Letras, del Premio Nobel de Literatura, galardón del que, como todos los españoles, me siento orgulloso. Aprovecho esta ocasión para, desde aquí, reiterarle mi felicitación y enhorabuena.

Y plagiando su prosa, recuerdo lo que él me aconsejaba en sus palabras de hace dos años:

"En España, y os lo digo, Alteza, porque sois joven y español, el que resiste gana".

Muchas gracias.

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