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Discursos  

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Discurso de Su Alteza Real el Príncipe de Asturias durante la ceremonia de los Premios Príncipe de Asturias 1990.

Si es cierto que hay días importantes en la vida de cada ser humano, hoy es para mí uno de ellos. Porque si siempre esta entrañable ceremonia de entrega de los Premios que llevan mi nombre tiene una significación especial, siento ahora que estoy viviendo un momento muy señalado al presidir este acto en el que tiene un protagonismo especial la representación de un pueblo. Un pueblo que se arraigó en el solar hispano e hizo florecer en él valores como la amistad, la tolerancia, la lealtad y el amor por el cultivo de las ciencias y las letras.

La grandeza del mundo hispánico es inseparable de la diversidad cultural de sus componentes, y la de los sefardíes constituye, sin duda, parte entrañable de esta gran familia. Aún cuando tuvieron que abandonar su tierra en circunstancias dramáticas, supieron ser leales a ella, quizás esperando que llegase un día, en que España fuera otra vez un solar de reencuentro para ellos.

Desde el espíritu de concordia de la España de hoy, y como heredero de quienes hace quinientos años firmaron el Decreto de expulsión, yo los recibo con los brazos abiertos y con una gran emoción.

Desde que el hombre está sobre la Tierra, el cambio y las convulsiones son partes inseparables de su mismo vivir. Pero el desarrollo de las nuevas tecnologías y el impulso de los avances en el conocimiento de la humanidad ha acelerado, incluso hasta límites vertiginosos, el ritmo de los cambios. Tenemos aquí hoy a un protagonista excepcional del proceso de renovación que hace caer fronteras, hermana los pueblos y transforma ideas y estructuras que hasta hace pocos meses parecían destinadas a perdurar mucho tiempo.

Saludamos al Dr. Genscher, le agradecemos sus esfuerzos y su íntegra dedicación a este histórico proceso, y le pedimos que transmita al pueblo alemán nuestra alegría por la unidad conseguida.

El ejemplo y el testimonio personal de los demás premiados también constituyen para mí un estímulo de superación. Mi enhorabuena a Alfonso "Sito" Pons, que ha hecho compatible su esfuerzo de situar a España en los primeros lugares del motociclismo mundial con la promoción en las jóvenes generaciones de los más nobles valores del deporte.

Mi reconocimiento a Arturo Uslar Pietri, maestro de las letras, de la comunicación y del periodismo, en cuya extensa y profunda obra se contienen muchas de las claves para comprender el sentido y la identidad del mundo iberoamericano.

Santiago Grisolía y Salvador Moncada representan el incansable trabajo del investigador, siempre callado y discreto, pero cuyos logros abren el camino a los mayores avances de la humanidad.

A Rodrigo Uría, mi admiración por la trascendencia de su obra docente y por su imprescindible legado doctrinal en el campo del derecho.

Mi felicitación también a Antoni Tàpies, representante de la Cataluña abierta al mundo, innovador de espacios estéticos y creador de mensajes plásticos que nos conmueven por su belleza.

Quisiera, por último, dedicar un emocionado recuerdo a quienes, en las condiciones más difíciles, luchan contra la ignorancia y la injusticia. Ignacio Ellacuría, Ignacio Martín Baró, Segundo Montes, José Ramón Moreno, Amando López, Joaquín López y López, Alba Ramos y Cristina Ramos rindieron el tributo de su vida por tan noble objetivo.

Miguel Francisco Estrada, nuevo Rector de la Universidad "José Simeón Cañas", de El Salvador, está hoy con nosotros y quiero en esta ocasión solemne testimoniarle mi apoyo para que continúe la obra de quienes le precedieron en tan difícil responsabilidad.

Todos los galardonados transmiten un mensaje de generosidad y de honestidad que trasciende fronteras, por lo que me honro con su compañía y me inspiro en su ejemplo.

Precisamente, pensando en todos los que reciben hoy aquí estos Premios, me gustaría hacer una reflexión sobre las preocupaciones que ocupan mi mente y sobre la misión a la que quiero entregarme como persona y como heredero de la Corona de España.

Porque pienso que entre todos debemos contribuir a la perfección de una España basada en la libertad y la justicia, el respeto a la pluralidad de verdades, la lucha contra la pobreza, la enfermedad y la ignorancia, la protección de la naturaleza, y la creación de las condiciones necesarias para que, como en una ocasión dijo mi padre, el Rey, nuestra Patria sea una "España prodigiosa en su capacidad creadora" en las Artes, las Ciencias y las Letras.

Al cumplirse diez años del nacimiento de la Fundación y del, para mí, inolvidable momento en que pronuncié, en este mismo escenario, el que fue mi primer discurso en público, quiero hacer un llamamiento a la colaboración general para que el camino ya emprendido, con tan excelentes resultados, hacia la extensión mundial de los Premios que llevan mi nombre sea una meta que se haga más cercana con la ayuda del esfuerzo y la solidaridad de la sociedad española.

Muchas gracias a todos los que han facilitado el camino recorrido por esta Fundación, a la que tan vinculado me siento.

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