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Discursos  

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Discurso de Su Alteza Real el Príncipe de Asturias durante la ceremonia de los Premios Príncipe de Asturias 2004.

Convencido de que es posible un mundo menos amenazado, más tolerante y justo, y de que la vida es un regalo grandioso y una oportunidad única para hacer el bien, regreso a este querido Principado de Asturias y a esta histórica ciudad de Oviedo, profundamente agradecido a quienes hacen posible estas horas de esperanza. Actos con la carga de autenticidad, simbolismo e ilusión como el que hoy nos reúne contribuyen a acercarnos a ese mundo siempre anhelado.

La ceremonia de este año adquiere para mí un nuevo y emocionante significado, pues me acompaña por primera vez mi esposa, la Princesa de Asturias. A ella me uní hace hoy cinco meses; un paso ilusionado de ambos por construir un hogar, formar una familia y compartir el hermoso afán de servir a España con plena entrega, leales a nuestra historia y comprometidos con el futuro de nuestra sociedad.

Comprenderán, por ello, qué cortas se quedan hoy para mí las palabras, cómo se remueven mis sentimientos al expresar estas ideas y al recordar, al mismo tiempo, que la Princesa de Asturias ama profundamente a esta tierra por haber nacido en ella y por haber vivido aquí años decisivos e inolvidables junto a su familia y amigos.

Pero nuestra felicidad, que la queremos también para todos, no nos hace olvidar, sin embargo, las tristes pruebas a las que la vida colectiva nos enfrenta, muchas veces como consecuencia de la acción fanática e inhumana de grupos despojados de todo orden moral que, destilando odio y rencor, amenazan la vida en paz y la existencia misma de millones de personas en todos los continentes. Así, el terrorismo con todas sus ramificaciones, modalidades y conexiones se erige en una de las mayores amenazas para nuestro presente y futuro.

Entre esos dolorosos recuerdos, ninguno tan imborrable para nosotros como el espantoso atentado terrorista del pasado 11 de marzo en Madrid, que de manera tan mortífera y brutal ensangrentó la pacífica convivencia de los españoles y provocó un inmenso y conmovedor movimiento de solidaridad dentro y fuera de España. Hoy no queremos olvidar esa larga lista de víctimas que el terrorismo produce en todo el mundo con una mención especial de tantos compatriotas que han sufrido o sufren sus consecuencias.

Para hacer frente a estas amenazas contamos con el firme compromiso de luchar con la eficacia que nos proporcionan los instrumentos del Estado de Derecho y con la fortaleza de nuestras convicciones, entre ellas, la protección y la defensa de los valores, bienes e ideales que nos definen como una sociedad libre y democrática. Todo ello desde la solidaridad y lealtad que merecen todas las víctimas de la intolerancia, y la gratitud más honda hacia quienes tienen el valor de arriesgar sus vidas para salvar las de los demás.

Señoras y Señores:
Pronto se cumplirán veinticinco años del comienzo de esta maravillosa iniciativa de los Premios que llevan mi nombre. Permítanme que vuelva a proclamar mi fe en ella al tiempo que reconozca y agradezca el esfuerzo y el sacrificio de todos los que garantizan que año tras año nos encontremos en esta cita otoñal y asturiana con nuestro mejor legado.

Nos acompañan sobre este escenario nuestros galardonados que ya hoy son parte de ese legado. Reciben el Premio en nombre propio o representando a distintas instituciones, y todos ellos son el símbolo de nuestras mejores aspiraciones y nuestros anhelos, de nuestro rechazo de la violencia y el olvido, de nuestra necesidad de afirmar nuestra confianza en la libertad y en nuestra capacidad de vencer a la desesperanza y el miedo; y lo son también de nuestra voluntad de ensalzar el trabajo abnegado, la creatividad, y de nuestro profundo deseo de concordia.

El escritor y profesor italiano Claudio Magris, uno de los más importantes germanistas contemporáneos, ha recibido el Premio de las Letras. Su poderosa creación intelectual, fruto de su vastísima cultura, abarca el ensayo, la novela o el libro de viajes en un original cruce de géneros profundamente impregnado de europeísmo y de extraordinaria lucidez.

Unido a la variada naturaleza de su Trieste natal, extiende sobre Europa su mirada penetrante e intensa, transformando la incertidumbre y la perplejidad de la existencia humana, por medio de la literatura, en resistencia al desánimo y reivindicación de la utopía.

Magris defiende la imperiosa necesidad que el ser humano tiene de vivir con esperanza en un mundo en el que las sombras amenazan, con insistente tenacidad, a las luces. Pero ese anhelo de esperanza no es nunca para Magris ingenuo, no procede de la ceguera ante el mal, sino al contrario, de la experiencia inevitable del sufrimiento, de su aceptación y de la irremediable necesidad de superarlo. Hace para ello una interpretación lúcida de la historia, que, si nos muestra en su caminar horrores y barbarie, también nos enseña grandes avances en todos los campos de nuestra existencia gracias al incesante progreso de las ciencias y a la extensión de los derechos humanos.

Resulta imposible no escuchar el eco de su profundo amor a la vida, su defensa de la memoria de los millones de víctimas de los totalitarismos, de su sereno conocimiento de lo que somos; imposible no contagiarse por el espíritu compasivo y libre que recorre sus libros de principio a fin.

El Premio de Investigación Científica y Técnica se ha concedido a cinco grandes científicos que lideran en el mundo la investigación sobre el complejo conjunto de enfermedades conocidas como cáncer.

Ellos son el español Joan Massagué, el británico Tony Hunter y los estadounidenses Judah Folkman, Bert Vogelstein y Robert Weinberg. Con la concesión de este galardón el jurado ha querido reconocer además "el esfuerzo de tantos científicos que, en todo el mundo, se afanan en la prevención y tratamiento del cáncer", en un momento esperanzador de la investigación oncológica, preludio de lo que aspiramos a que sea pronto el triunfo definitivo contra esta enfermedad.

El estudio de los genes cuyos cambios originan cáncer, los mecanismos por los que se producen las metástasis, la identificación de los inhibidores del crecimiento celular, los nuevos fármacos antitumorales, el mejor conocimiento de la base molecular de la enfermedad o el descubrimiento de enzimas claves que activan el proceso canceroso son algunos de esos caminos fundamentales de la investigación seguidos con tenacidad y dedicación por nuestros galardonados. Han logrado hallazgos importantísimos gracias a los cuales se ha conseguido desentrañar y entender aspectos esenciales de la biología humana, además de avanzar en el tratamiento de la enfermedad. Nos muestran con ello la cara más noble de la ciencia, la que se encamina a entender cada vez más y mejor la realidad y a usar ese conocimiento para aliviar el sufrimiento humano.

La complejidad del problema y su gravedad inmensa requiere que investigaciones como las que llevan a cabo deban hacerse aunando esfuerzos y cooperando en el contexto internacional. La presencia del doctor Massagué constituye un estímulo para intensificar la contribución española a esa magna empresa planetaria. La ciencia y la tecnología españolas se han desarrollado de forma importante en las últimas décadas, pero debemos esforzarnos más en nuestra contribución para luchar contra tantos males que afectan a la humanidad y para los que la ciencia puede aportar solución. La base para ese empeño es sólida y firme, pues nunca había tenido España una generación de científicos jóvenes tan capaz, tan bien preparada y con tanta integración en los circuitos internacionales como la actual. La sociedad española debe comprender que el éxito es seguro si sabe apoyar a nuestra ciencia dotándola de los medios necesarios. De ello depende en gran medida nuestro futuro.

Se ha concedido este año el Premio de Ciencias Sociales al economista estadounidense Paul Krugman, especialmente por su contribución a la teoría del comercio internacional y del desarrollo económico, pero también por el tratamiento que ha dado en sus libros, ensayos y artículos a las desigualdades económicas.

El doctor Krugman es uno de los economistas más brillantes de su generación. Ha sabido combinar a la perfección el rigor académico con la comunicación de sus ideas a un público lector muy amplio, de lo que dan fe el éxito de sus veinte libros y su labor como columnista en prestigiosos medios de comunicación internacionales. En sus artículos, convertidos ya en una referencia inexcusable, denuncia con agudeza situaciones dominantes o de privilegio, y lo hace con un estilo nítido y trasparente que potencia sus ideas.

Inconformista y comprometido, Paul Krugman defiende la idea de una economía que luche sobre todo contra las injusticias sociales y las desigualdades, y la necesidad de que existan personas con conciencia activa a favor de los más necesitados. "El mercado libre -ha dicho- es una herramienta muy útil, pero no una religión". Un estado de bienestar cada vez más sostenible debe ser un objetivo vital y prioritario para todas las sociedades que buscan afrontar con eficacia los retos de la globalización en este nuevo siglo, con vistas a alcanzar un desarrollo equilibrado y justo.

El periodismo de sentido más vivo y profundo ha sido protagonista, en varias ocasiones, de nuestros Premios. Vuelve a serlo de nuevo con la concesión del Premio de Comunicación y Humanidades al periodista francés de origen argelino Jean Daniel.

Combinando el rigor de una crítica viva y eficaz con un tono de serenidad y de compromiso desde el entendimiento, Jean Daniel ha permanecido fiel a los valores de independencia y humanismo que lo distinguen en el panorama del periodismo internacional y que lo identifican con intelectuales señalados y decisivos del pasado siglo, como Albert Camus o André Malraux.

Jean Daniel ha defendido con lucidez, y pese a las dificultades que se generan en un ambiente tan complejo y lleno de intereses, que no se debe confundir el periodismo de contenido y de valores con el espectáculo o lo puramente audiovisual y que la información veraz es todo lo contrario de algunos mensajes, que él califica como perversos y temibles, que en ocasiones nos proporcionan los medios de comunicación.

El ejemplo de Jean Daniel, un periodista de nuestro tiempo y para nuestro tiempo, nos puede servir de inestimable ayuda en el compromiso que a todos debe unirnos de construir los cimientos que puedan sostener una sociedad más educada y culta. Una Sociedad en la que los medios de comunicación permitan que los ciudadanos accedan a una información veraz que les proporcione los elementos necesarios para formular juicios y criterios independientes.

El Premio de Cooperación Internacional, concedido al Programa Erasmus de la Unión Europea, nos remite de nuevo a Europa, a su cultura y -lo que es aún más importante- a su juventud. Pocos proyectos ya consolidados son tan merecedores de este galardón como este programa de intercambio educativo en el ámbito europeo. En él participan 2000 universidades de 30 países. Se trata, como ha señalado el Jurado, de "uno de los más importantes proyectos de cooperación internacional de la historia de la Humanidad".

Los datos y cifras sobre los positivos efectos educativos, culturales y sociales de un Programa tan ambicioso, hablan por sí solos del acierto y la visión de futuro de esta iniciativa, que refleja, como ninguna otra, los ideales de paz, solidaridad e integración implícitos en el proyecto de construcción europea. Desde su creación en 1987, 2 millones de jóvenes europeos han podido realizar estudios en un país europeo diferente al de origen, aprendido su idioma, y se han comunicado libremente con sus profesores y compañeros, y compartido sus costumbres y su cultura. Difícilmente podría concebirse un sistema que contribuyera de modo tan eficaz como ilusionante al fomento del sentido de pertenencia y a la cimentación de la conciencia de ciudadanía europea.

El éxito del Programa Erasmus da fe de los grandes beneficios que la percepción de las peculiaridades propias y ajenas, el contacto entre las distintas lenguas y culturas, y la comprensión de las diferencias, proporcionan a nuestra convivencia en el espacio europeo. En definitiva, ha puesto de manifiesto la enorme importancia que, para la formación de la personalidad y la ampliación de los horizontes vitales de nuestros jóvenes, tiene este intercambio de experiencias en un mundo cada vez más abierto. Una vez más, se constata que la educación y la cultura son insustituibles para la convivencia y el conocimiento mutuo como instrumentos de ampliación de las oportunidades individuales, y a la vez como factores de integración y de paz social.

La calidad y la autenticidad humanas garantizan desde siempre el valor excelso del arte y su carácter ejemplar. Así sucede con el músico y guitarrista español Paco de Lucía, a quien se le ha concedido el Premio de las Artes por la dimensión universal de su obra, por su creatividad, y por lo genuino de su trabajo, a la vez innovador y respetuoso con lo esencial del flamenco, arte vital de la cultura andaluza, tan universal y tan nuestro.

Los sones de la guitarra de Paco de Lucía, su fidelidad a una tradición y, al mismo tiempo, su originalidad y heterodoxia, han convertido sus versiones de la obra de Albéniz, Falla, Granados, Turina o Joaquín Rodrigo en una gloria de musicalidad y belleza, que ha combinado brillantemente con ritmos y temas de otros países, hasta el punto de que muchos de ellos pertenecen ya a la memoria colectiva.

Decenas de volúmenes de guitarra solista e infinidad de grabaciones junto a otros grandes maestros del arte flamenco -con los que él ha sido un destacado y generoso colaborador- avalan su obra, en la que destaca asimismo el carácter formativo que ha tenido para intérpretes de otros países.

Paco de Lucía se ha convertido en un maestro admirado por músicos del mundo entero y especialmente por los jóvenes músicos españoles. Ellos y todos nosotros admiramos el carácter revolucionario de su interpretación, que expresa con una energía, velocidad y brillo, con una inspiración y un virtuosismo únicos, nacidos de unas extraordinarias condiciones naturales que a todos maravillan, y que un gran poeta ha descrito con bellas palabras al decir que es el primer artista que ha hecho sonar en la guitarra flamenca -a partir de él más difícil, más temible y hermosa- la protesta, la memoria insomne y la rabia.

El Premio de la Concordia ha sido concedido al camino de todos los caminos, al Camino de Santiago, una ruta milenaria labrada por millones de peregrinos que, a lo largo de los siglos, han viajado a través de ella buscando trascendencia, comunicación, sentido a sus vidas, con un propósito hondamente espiritual: visitar el lugar donde las creencias más difundidas situaban la tumba del apóstol Santiago.

Como símbolo de fraternidad entre pueblos y personas del mundo entero, nos atrevemos a decir que el Camino fue el primer proyecto europeo común, la primera empresa en que gentes de muchas colectividades confluyeron por varias sendas en un destino único, enriqueciendo nuestras tierras con palabras, edificios, costumbres, alimentos, estilos de vida, leyendas y canciones que los peregrinos traían con ellos y dejaban entre nosotros como una semilla fecunda.

Aquella mezcla incesante de culturas y lenguas, aquella convivencia solidaria y continua de viajeros de procedencia dispar, cuya peregrinación acrisolaba una misma voluntad de hermanamiento entre pueblos, constituye una muestra tempranísima de la concordia humana, de la relación armoniosa que se sustenta en lo que nos une y relega a un segundo plano lo que nos separa.

Porque quienes entonces salían al Camino y los que lo hacemos ahora, sabían y sabemos que se trata de un doble recorrido: el físico y el espiritual, cuyo resultado final es que en el Camino se experimenta y se conoce el compañerismo, la solidaridad, el sacrificio, el diálogo entre lenguas y culturas diversas y, sobre todo, ese descubrimiento interior que sólo proporcionan las grandes empresas espirituales. En tiempos de desgarros y de insolidaridades, de egoísmo y de diferencias, el peregrino a Santiago no cree en las fronteras; sale al Camino no sólo para reencontrarse consigo mismo sino para dialogar sin trabas ni prejuicios con los demás peregrinos y con todos aquellos seres humanos con los que va a convivir a lo largo de una ruta llena de lecciones.

Seguir atesorando este camino de diálogo y de conocimiento inagotables es un maravilloso regalo de la historia para España y para los ciudadanos de todo el mundo.

En el año en que se han celebrado en Atenas con un gran éxito los Juegos Olímpicos, se ha concedido el Premio de los Deportes a un extraordinario atleta que ha triunfado allí de manera grandiosa. Se trata del marroquí Hicham El Guerrouj, tan admirado en todo el mundo y tan justamente querido en su país, donde su vida y sus éxitos deportivos son interpretados como un luminoso signo de un Marruecos más vital y próspero, que también nosotros deseamos.

No existe el deportista completo sin valores; nada vale el triunfo sin la generosidad; nada supone el deporte si detrás del afán de competir y de ejercerlo con nobleza no laten también la fuerza del ejemplo y el deseo de servir a la sociedad. Estos criterios se conjugan en la personalidad y la vida de El Guerrouj, cuyas últimas victorias en los Juegos de Atenas en las pruebas de 1.500 y 5.000 metros, de las que sólo existe un precedente en la historia, vienen a refrendar una carrera plagada de triunfos e iniciada muy tempranamente, con tan sólo 19 años.

Muchos y muy fecundos caminos ha recorrido de entonces acá este campeón mundial, al que ya se le reconoce como el mejor mediofondista de la historia y, en consecuencia, como uno de los mejores atletas de todos los tiempos. Pero además, esas victorias y los rasgos de su carácter sacrificado, tenaz y sencillo le han hecho alcanzar otro gran triunfo personal; el triunfo de su actividad generosa y entregada hacia los más necesitados. Es Embajador de buena voluntad de la UNICEF, y dedica una buena parte de los resultados económicos de sus premios a obras sociales, de las cuales los primeros beneficiados son los niños y los más jóvenes. Ellos sienten, por su parte, una fervorosa admiración y un inmenso deseo de emularle. Con ello, el alto ejemplo moral que siempre es y debe ser el gran deporte se ve acrecentado en el caso de este deportista y ser humano excepcional al que hoy rendimos homenaje.

Señoras y Señores:

Un año más clausuramos la ceremonia de entrega de estos Premios llenos de emoción y, pese a todos los desafíos e incertidumbres de este tiempo, de confianza en un futuro mejor para la Humanidad.

Aquí, en nuestra patria, los españoles hemos construido en las últimas décadas, con inmensos sacrificios, desde el entendimiento y la generosidad, una de las sociedades más justas, prósperas, libres y más avanzadas del mundo en la defensa de los derechos humanos, de lo que nos sentimos legítimamente orgullosos.

Tenemos la clara conciencia de que esas conquistas nunca antes se han logrado en nuestra historia. Por ello hemos expresado libremente, una y otra vez, que la aventura más hermosa que queremos vivir es la de seguir caminando por esa senda, unidos en la pluralidad y, como se proclamó en la antigua Grecia, con "una confianza audaz en la libertad". Los españoles queremos hacer ese camino afrontando nuestro futuro con la alegría y la confianza de saber que no habrá descanso para hallar en cada hora un nuevo triunfo del entendimiento y la concordia.

Amparados en tales convicciones, en estos comienzos del siglo XXI, alcemos nuestra mirada hacia nuevos y esperanzadores horizontes, guiados por la idea de que los pueblos de España unidos son la mayor garantía para la estabilidad y el progreso de todos. Y que en el apasionante y difícil reto de vivir en un mundo globalizado, extraordinariamente competitivo y en vertiginoso cambio, queremos seguir teniendo en él un lugar a la altura de nuestra historia para aportar nuestra contribución al logro de una amplia paz, un desarrollo más equitativo y al acercamiento y el diálogo entre los pueblos y las diversas culturas.

Somos muy conscientes de que estos no son objetivos que puedan lograrse sin grandes sacrificios, sin una voluntad firme y sin una renovada y lúcida visión del estado de las cosas en el mundo. Pese a esas dificultades, debemos reconocer que el mayor de los fracasos sería no intentarlo, pues son ciertos y graves los peligros que nos amenazan. No olvidemos, como Claudio Magris nos recuerda en una de sus obras más penetrantes, que la Humanidad necesita la utopía para no rendirse a las cosas tal como son. Pues el destino de cada hombre y el de la misma Historia se asemeja al de Moisés, que no logró llegar a la Tierra Prometida, pero no dejó por ello de caminar sin descanso hacia ella.

Señoras y Señores:

Cuando volvamos a encontrarnos, comenzaremos a celebrar el XXV aniversario de nuestros Premios. Deseo, ya desde ahora, agradecer muy profundamente el apoyo que estamos encontrando en instituciones, entidades y personas para que esta celebración tenga la repercusión que se merece y para que nuestros Premios continúen siendo, como dice un bellísimo poema escrito en esta tierra, como un árbol que crezca en la esperanza, que aguante los relámpagos, que espante lejos la ventolera helada del tiempo; un árbol bajo cuya sombra podamos sentir las hojas nuevas después del invierno, las frutas primeras del verano y que guarde la memoria de aquello que admiramos.

Un árbol que a partir de ahora contará también con el cuidado y la ayuda entregada de mi esposa Letizia, la Princesa de Asturias.
Muchas gracias.

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